¿Qué es lo que detonó la investigación y las acusaciones a los funcionarios de la FIFA por parte de Estados Unidos, justo dos días antes de celebrarse las elecciones al interior de esa organización? ¿Son intereses económicos y/o políticos? ¿Es quizás una represalia porque EU no fue elegido como sede para los próximos mundiales? ¿O es un deseo sincero y puro de combatir la corrupción?

En temas como este, a veces somos muy dados a pensar que las causas giran exclusivamente en un sentido o en otro. Y no es así; en lo complejo, todo cuenta y todo se entreteje. Afirmar que detrás de las acciones de los Estados existen intereses geopolíticos de fondo no significa implicar que no haya también intereses económicos, o que la corrupción no exista, o que sea poco relevante.

En una organización como la FIFA, hay efectivamente, una cantidad inimaginable de recursos en juego. Pero además del dinero, la organización de eventos globales como los mundiales de futbol, proyecta la imagen, el prestigio y la posición del país sede, exhibe su músculo “blando”, como diría Nye, ante cientos de millones de espectadores, y sobre todo, ante sus rivales, sus adversarios o ante sus propios aliados. Así, los eventos en manos de la FIFA además de producir cuantiosos negocios, generan invaluables réditos políticos.

Por consiguiente, son muchos los actores no estatales (empresas, patrocinadores, medios, clubes, entre otros), así como los estatales (países) que se disputan el poder en torno a esta organización. Estos actores van a contender y chocar tanto en la política interna de la FIFA, como en términos de la política internacional que se entreteje con ésta.

Pronto conoceremos el grado de solidez de las acusaciones efectuadas contra los funcionarios de la FIFA y veremos hasta dónde llegan los tentáculos que han sido exhibidos. Sin duda, la afición en todo el mundo celebrará la transformación de esta organización en un cuerpo más limpio donde se disuada a futuros actores de incurrir en conductas indebidas.

Pero estas acusaciones no se generan en el vacío espacial o temporal. La FIFA opera en un contexto en el que preexisten rivalidades y conflictos entre Estados al respecto de muchos otros temas que son externos a la FIFA, pero que la utilizan como escenario para sobresalir y proyectarse, o para golpearse como sucede en otras organizaciones internacionales.

Lo que estamos viendo no es una guerra o choque exclusivamente a causa del futbol, sino el deporte como un subsistema adicional inmerso en un sistema mayor, en el que los países compiten, rivalizan y se pegan.

En palabras simples, no se está peleando por la pelota o por una copa, sino por el poder global y, dentro de ese poder global, la FIFA es un espacio adicional de combate.

Considere lo siguiente: quien hace las acusaciones no es Guatemala o Zimbabue, sino EU, la máxima potencia del mundo, y la cual se encuentra en medio de una especie de nueva Guerra Fría con Rusia, justamente la sede de la próxima Copa Mundial. La sede del mundial de 2022 ha sido asignada a Qatar, país que mantiene rivalidades y conflictos importantes con otras potencias regionales en Medio Oriente. ¿Significa ello que las investigaciones por corrupción están necesariamente conectadas con la selección de Moscú como sede para el próximo mundial o de Qatar para el 2022? ¿Si las sedes hubiesen sido otras, entonces, quizás no estaríamos atestiguando sucesos como la detención de estos funcionarios justo en mayo del 2015?

Posiblemente sí, posiblemente no. Eso no podemos saberlo. Lo que sí sabemos es que la parte acusadora es Estados Unidos y que las consecuencias de estos casos podrían llegar a tocar a Rusia o a Qatar como sedes. Y si ello sucede, sin duda Washington y otros aliados habrán propinado a sus rivales golpes económicos, políticos y simbólicos, como en muy pocas otras esferas lo pueden lograr. Y en temas de dinero y poder, terremotos como el que hoy vive la FIFA, no ocurren por casualidad.

Analista internacional
Twitter @maurimm

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