En varias ocasiones he sostenido la idea de que el narcotráfico y la narcopolítica son unas de las mayores amenazas contra las instituciones democráticas y contra la sociedad misma en nuestro país.

La reciente visita del papa Francisco a México vuelve a poner los acentos en el tema y nos habla de la gran preocupación del Pontífice por los daños políticos y sociales que este flagelo del crimen organizado está causando a nuestra sociedad mexicana. Por lo que el Pontífice hace un llamado a todos, a las élites del poder político y económico y a los obispos de la Iglesia, a los empleadores y a los jóvenes para emprender una cruzada por la salvación de México en los más diversos órdenes.

En Palacio Nacional, en su primer discurso oficial como jefe del Estado Vaticano, nos dice que “la principal riqueza de nuestro país son sus jóvenes. Eso da esperanza, porque un pueblo con juventud es uno capaz de renovarse, transformarse. Un futuro esperanzador se forja en un presente de hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común.

La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o el beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo”.

A los jóvenes en Morelia les dijo: “no se puede vivir la esperanza, si primero uno no logra valorarse. La esperanza nace cuando se puede experimentar que no todo está perdido. No estoy perdido, valgo y valgo mucho. La principal amenaza es cuando uno siente que tiene que tener plata para comprar todo, incluso el cariño de los demás. Ustedes son la riqueza de México… es difícil sentirse la riqueza de un lugar cuando, por ser jóvenes, se los utiliza para fines mezquinos seduciéndolos con promesas que al final no son tales. Es mentira que la única forma de vivir, de poder ser joven es dejando la vida en manos del narcotráfico o de todos aquellos que lo único que están haciendo es sembrar destrucción y muerte”.

En Ciudad Juárez a los empleadores les dijo, “uno de los flagelos más grandes a los que se ven expuestos sus jóvenes es la falta de oportunidades de estudio y de trabajo sostenible y redituable que les permita proyectarse, generando en muchos casos situaciones de pobreza. Y esta pobreza es el mejor caldo de cultivo para que caigan en el círculo del narcotráfico y de la violencia”.

Por esto es que el Pontífice con los obispos fue contundentemente exigente al plantearles la necesidad de un valor heroico en el desarrollo de un trabajo pastoral tipo el que desarrolló el cardenal Pappalardo en Palermo, Italia con la conocida popularmente como Pastoral Antimafia.

El Papa les dijo a los obispos, “les ruego no minusvalorar el desafío ético y anticívico que el narcotráfico representa para la entera sociedad mexicana, comprendida la Iglesia. La proporción del fenómeno, la complejidad de sus causas, la inmensidad de su extensión, como metástasis que devora, la gravedad de la violencia que disgrega y sus trastornadas conexiones, no nos consienten a nosotros, pastores de la Iglesia, refugiarnos en condenas genéricas, sino que exigen un coraje profético y un serio y cualificado proyecto pastoral para contribuir, gradualmente, a entretejer aquella delicada red humana, sin la cual todos seríamos desde el inicio derrotados por tal insidiosa amenaza. Sólo comenzando por las familias; acercándonos y abrazando la periferia humana y existencial de los territorios desolados de nuestras ciudades; involucrando las comunidades parroquiales, las escuelas, las instituciones comunitarias, las comunidades políticas, las estructuras de seguridad; sólo así se puede liberar totalmente de las aguas en las cuales lamentablemente se ahogan tantas vidas”.

En Palermo, Italia, la Iglesia católica jugó un papel importante en la lucha contra la Cosa Nostra a través de su labor pastoral.

En México vamos perdiendo la batalla. Por eso el campanazo oportuno del Sumo Pontífice. En Italia, Leoluca Orlando, padre del renacimiento de Palermo, nos dijo después de 25 años de lucha: “vamos ganando la batalla, porque cuando diga que la ganamos, la empezaremos a perder”.

Diputado federal independiente

@ClouthierManuel

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