Entre los pocos elementos que refrescaron el sistema electoral están los candidatos independientes, que generaron amplias expectativas, animadversiones, miedos y apetencias. No falta quien advierte que pueden convertirse en “fujimoris” implacables. Pero sus orígenes políticos son muy diversos y por lo tanto su desempeño seguramente será desigual. Tachar a todos como un peligro o esperar de todos grandes transformaciones, es igualmente irresponsable.

Muchos integrantes de la sociedad civil impulsamos una reforma política profunda, pero por más que sugerimos poner candados a militantes partidistas que al no obtener una candidatura por su partido decidieran brincar a la “independencia”, sólo fue posible integrar entre los requisitos, que renunciaran a su militancia con un plazo mínimo de seis meses previos al registro. Así surgió El Bronco, quien como los demás independientes ganadores, merece el beneficio de la duda, aunque se haya mantenido muy cómodo durante largos años en las filas del priísmo sin denunciar las corruptelas que ahora ha hecho públicas. Su primer reto será garantizar una seria investigación por el inexplicable enriquecimiento del padre y hermano de Rodrigo Medina, con quien compartió militancia.

Cada uno de los independientes trae agenda propia, pero sería muy alentador que unan sus fuerzas para impulsar una reforma al sistema de partidos, de modo que en un futuro cercano se pueda tener una oposición valiente y sólida que no obtenga sus triunfos reciclando políticos exiliados del PRI o aceptando alianzas injustificables, sino que redefina el proceso de conformación de los partidos, la distribución de recursos, espacios mediáticos y plurinominales.

Quedan importantes pendientes que podrían calmar los temores de quienes se desgarran las vestiduras advirtiendo los peligros de los independientes. Se requiere reformar el sistema de partidos para que se incorporen nuevos grupos que cuenten con la confianza de la ciudadanía. Sin embargo los partidos responsables de materializar la reforma, en vez de bajar el porcentaje para el registro de los partidos políticos lo elevaron. Conversando con mi maestro Gustavo Gordillo le escuché una propuesta que daría espacio a la institucionalización de nuevos grupos sociales que aspiran a ocupar el poder: “Admitir nuevamente la conformación de agrupaciones políticas locales que no recibieran recursos públicos, pero estuvieran reconocidas, solicitar no el 3 sino el 2 por ciento del voto válido emitido para mantener el registro sin que se reciba todavía recurso público alguno, y se repartan prerrogativas únicamente entre partidos que alcancen el 3 por ciento de la votación”.

Si algo demostraron los independientes es la manera estúpida en la que los partidos gastan recursos para conseguir votos. Los que aluden al peligro del financiamiento privado de los independientes debían confiar más en el sistema de fiscalización del INE y exigirle que imponga castigo a los partidos que lo rebasan sistemáticamente. Urge la reducción de las prerrogativas y el cambio de la fórmula arbitraria y abusiva con la que los partidos se asignan recursos públicos.

Habrá también que revisar los requisitos para conformar un partido político, porque como está diseñado el sistema de celebración de asambleas, lo que se promueve es la aglomeración clientelar en donde la mayoría de la “militancia” intercambia su asistencia por una despensa o con suerte por alguna dádiva más creativa. Los independientes tienen ahora ciertos reflectores y espacios de incidencia con los que pueden ejercer presión. No será fácil porque son los dominantes quienes se han negado a que las reglas del juego permitan incorporar grupos políticos con más ideas que clientelas, pero sin duda harían la diferencia si apuestan juntos a la desconcentración del poder de la mano de otros líderes partidistas no dominantes que comparten la urgencia de transformar el sistema de partidos.

Analista política y activista ciudadana

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