El miedo es un sentimiento natural al que recurrimos todos los seres humanos en procesos de sobrevivencia, alarma y protección. Como estado emocional y afectivo resulta hasta necesario para la correcta adaptación social. Sin embargo, el miedo como una emoción tóxica desencadena reacciones irracionales y neuróticas que, como señala Sigmund Freud, no son sino el resultado del temor que se tiene de uno mismo.

Las diferentes acciones que el gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, ha ejecutado durante su mandato, son muestra palpable del uso que pretende hacer del miedo como instrumento de control político. Bajo la falsa creencia de que infundir terror produce respeto, sus mecanismos autoritarios han mermado dramáticamente la libertad de expresión de los poblanos. No sólo se han visto amenazados varios medios de comunicación local, también la población que recurre a las protestas en la vía pública, aquellos que han intentado oponerse a construcciones gubernamentales, quienes han rechazado reformas violentas como la “ley bala”, los que han recurrido a tribunales para solicitar la revisión por faltas posibles en los procesos electorales o incluso quienes solicitan contar con oficina de registro civil en sus municipios. De acuerdo con el Comité para la Libertad de los Presos Políticos y Contra la Represión Social en Puebla, hasta marzo de este año el listado de las personas detenidas por oposición política acumulaba 134.

La semana pasada Moreno Valle sumó a su trayectoria represiva una operación en el Congreso local que dejó muertas en vida a las candidaturas independientes. Consiguió una reforma operada por sus legisladores más allegados: Jorge Aguilar Chedraui, coordinador de la bancada del PAN, quien fuera secretario de Salud al principio de su gobierno; Eukid Castañón Herrera, quien preside la Comisión de Gobernación, y Víctor León Castañeda. Los otros 21 legisladores liderados por esta terna, levantaron la mano sin emitir palabra alguna que diera sustento a ese desastre. Así el gobernador consiguió flanquear las elecciones de 2016 que pretende controlar con el apoyo del Partido Revolucionario Institucional, que a pesar de haber votado en contra en esta ocasión, se mueve normalmente al son que el góber baile.

En resumidas cuentas el valiente que pretenda contender como candidato independiente deberá reunir 131 mil firmas en 20 días, asegurándose de cubrir dos terceras partes del territorio y además conseguir que los ciudadanos que respaldan su candidatura comparezcan personalmente con credencial y copia de la misma en el Instituto Electoral Estatal. De este tamaño es el miedo que se tiene a la figura de aquel que no se identifica con ideología o prácticas partidocráticas.

En 2012, Puebla votó en contra del sistema de un gobernador “precioso” que avalaba la pederastia y castigaba a quienes la denunciaran. El voto de los poblanos se volcó alrededor de Moreno Valle, una figura que aparentemente resultaba muy distinta a la de Mario Marín. Pero hoy en día, las acciones represoras de ambos develan el miedo neurótico que tienen de sí mismos. Ese temor es producto de un dolor emocional intenso, con secuelas de comportamiento que pueden afectar a una colectividad si se tornan agresivas y se disfrazan de control a nombre del “orden social”.

Si no es por la vía independiente, los poblanos habrán de buscar un camino para que el próximo gobernador que elijan cuente con la suficiente paz y serenidad interna para abandonar la represión que engendra la desconfianza propia.

Analista política y activista ciudadana

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