“Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo… a algunos todo el tiempo. Pero no a todo el mundo todo el tiempo”. A. Lincoln

En un contexto internacional marcado por la incertidumbre y la polarización política, los nubarrones de graves problemas ensombrecen el panorama de México. Su origen es la ineptitud del grupo en el poder para gestionar el bien común. Preocupa su impericia para conducir al Estado democrático y garantizar el orden, a veces da la impresión de que no hay gobierno; frente a las crisis se pasma, ante la anarquía se allana.

El malestar nacional crece día con día. Se refleja en la creciente reprobación ciudadana a la acción del gobierno y en la progresiva impopularidad del Presidente reflejadas en los sondeos y redes sociales.

La legitimidad del régimen está en entredicho. En diversas regiones cunde la desobediencia civil, campea la impunidad de quienes a título de rebeldía social impiden las actividades productivas. Al mismo tiempo la inseguridad repunta. Los que se ostentan como autoridad han colocado al Estado mexicano en la frontera de la ingobernabilidad.

La mayoría de los indicadores económicos muestran deterioro. Estamos muy lejos de los compromisos de campaña y de los objetivos establecidos en los planes oficiales. Prometió crecer por arriba de 3% anual pero obtiene un magro 2.1 promedio. Este año el PIB se pronostica entre 2.0 y 2.6.

Si esto es lamentable, lo que más preocupa es lo que pudiera ocurrir en el último tercio del sexenio. La deuda nos amenaza, las más prominentes calificadoras ya sacaron la tarjeta amarilla: de condición estable la pasaron a perspectiva negativa. En otras palabras, este gobierno deterioró la confianza de los inversionistas. Lo que con tanto esfuerzo se restauró en las administraciones de Zedillo, Fox y Calderón, se perdió en los últimos 45 meses por el irresponsable manejo del gasto público.

El Congreso le autorizó los ingresos más grandes de la historia, obtuvo menos dividendos petroleros y aún así gastó más de lo aprobado. Aquello de hacer un presupuesto base cero y los publicitados recortes fue papel mojado. En los últimos tres años el sobre gasto alcanza la suma de 486 mil 528.6 millones de pesos. Y esto no es lo peor.

El dispendio y el insaciable apetito de recursos del gobierno no se dio por satisfecho con la tóxica reforma fiscal de 2014, aún con eso disparó la deuda pública. Al cierre de 2016 se estima que supere el 50% del PIB. Sube la luz, la gasolina y otros combustibles pero no alcanza para salvar de la ruina a Pemex y a la CFE. Las presiones inflacionarias aumentan y la carestía no tardará en aparecer. Lo grave es que el derroche no se refleja en los volúmenes de inversión en infraestructura, ni fructifica en desarrollo social.

También ofrecieron lograr un México en paz. Sin embargo el país va por una ruta de mayor inseguridad y violencia, no se avanza en su prevención; eso sí, desmantelaron las herramientas para el combate al crimen como Plataforma México. Total, ni prevención ni combate eficaz.

El Presidente llega al primero de septiembre por cuarta ocasión, no al IV informe. Entregará al Congreso un grueso volumen con cifras, empero, se sabrá poco de la forma como contribuyó al estado que guarda la nación y a su bienestar. Ahora tendremos un espectáculo cibernáutico con la esperanza de que con ello resucite la imagen presidencial.

Pero el problema de fondo no es ese; de lo que se trata es que reviva la economía, renazca la confianza en el país, se reanime el funcionamiento del Estado de derecho y mejore la seguridad. ¿Podrán?

Les quedan 27 meses. Por México, lo deseo sinceramente.

Analista Político, ex presidente nacional del PAN.

@L_F_BravoMena

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