En “Como salvar a la globalización de sus porristas” Dani Rodrik realiza varias afirmaciones relevantes. La primera es que los principales países beneficiados no son necesariamente aquellos que tienen las políticas de mayor apertura económica. No niega los beneficios que la globalización ha generado para impulsar el crecimiento económico; sin embargo, las naciones más exitosas han aplicado políticas heterodoxas para fortalecer sus capacidades productivas; en muchas ocasiones divergentes de las recomendaciones de las instituciones internacionales.

Un segundo aspecto se refiere a la inestabilidad y crisis financieras que han acompañado a la globalización. La afirmación de Rodrik es contundente y coincide con el análisis de otros economistas de talla internacional. No es un secreto, durante los últimos 35 años el mundo ha sido afectado por recesiones recurrentes, que han aumentado su frecuencia y en donde la apertura económica ha facilitado el contagio de los desequilibrios financieros.

Las naciones en desarrollo han registrado algunas de las mayores afectaciones. Aquí surge la interrogante de por qué ha ocurrido esto ¿Es la falta de instituciones y regulaciones adecuadas para fortalecer su sistema productivo o es que no se han aplicado las políticas adecuadas y pertinentes para el grado de desarrollo de las naciones involucradas? Para Rodrik es esto último.

El tercer elemento es que la globalización es impopular, aún entre la sociedad de los países desarrollados. Lo paradójico es que el beneficio del crecimiento causado por la globalización debería ser suficiente para que la población la respalde. Salvo que sus costos sean mayores o que una parte sustantiva de las personas quede excluida de los beneficios.

Un mensaje que se deriva de lo anterior es que la globalización no implica integración. Las diferencias productivas entre los países también se reproducen en el nivel de bienestar de su población. La pobreza se abate con crecimiento económico y creación de empleo bien remunerado, así como con un gasto público eficaz y transparente.

La globalización no ha implicado mayor equidad porque el crecimiento económico se ha centrado en pocos países emergentes y en los desarrollados, básicamente porque no se apegaron a las recomendaciones ortodoxas de las instituciones internacionales.

La desigualdad global cobra facturas que son difíciles de pagar. La falta de integración económica se refleja en polarización social, y con ello en una perspectiva divergente de lo que ocurre en el mundo. Las necesidades de la sociedad en Estados Unidos y la Unión Europea difieren de lo que ocurre en las regiones pobres del mundo. En África, Asia y América Latina los problemas aún pasan por resolver lo más básico, como por ejemplo comer. Amplias franjas de población carecen de lo fundamental para el ser humano: alimento, vivienda digna, acceso a la educación y a un buen sistema de atención a la salud. No se tiene la misma agenda en los países desarrollados.

La globalización no está diseñada para atender esos desequilibrios: es un mecanismo comercial y financiero que tiene una lógica distinta a la de una integración productiva y social de las naciones.

El desmantelamiento del Estado de Bienestar vino a complicar lo descrito. La globalización se dio al mismo tiempo que la economía del conocimiento se apoderó de los procesos productivos. La microelectrónica, computación, la nanotecnología, las telecomunicaciones y la biotecnología constituyen el fundamento de la economía del conocimiento. Solamente que implican una nueva división del trabajo: las personas con estudios calificados generan el valor agregado. Las naciones no calificadas sólo ensamblan y comercian. Los beneficios quedan en los primeros.

Con la quiebra del Estado de Bienestar colapsó el acceso a la educación de calidad para las personas más pobres, con ello se cerró la posibilidad de aprovechar exitosamente a la globalización. Corea del Sur, Japón, Singapur y China lo saben por eso no se olvidaron del papel que juega el Estado en el desarrollo social y económico de su país.

Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico

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