Los tres grandes partidos cruzan por importantes reacomodos en su respectiva dirigencia nacional. En parte reaccionan a lo ocurrido el 7 de junio (cuando todos perdieron buena cantidad de votos respecto de comicios anteriores), pero con matices. No cambian su dirigencia por las mismas razones. En el PAN había un calendario previo que cumplir. Parecía una contienda entre el sucesor inevitable de Gustavo Madero, el joven Ricardo Anaya, frente a la carta fuerte del calderonismo; su esposa Margarita Zavala. Al considerar ésta que no las tenía todas consigo, y que convenía mejor gastar su pólvora en la candidatura presidencial, habría candidato único al estilo del PRI. En ese sentido, Javier Corral hizo un favor a su partido, dándole vitalidad de competencia que tradicionalmente muestra el PAN. Su esfuerzo, credenciales y trayectoria parecen no bastar para obtener la dirigencia, pero el problema podría ser una posible impugnación al resultado a partir de datos al parecer fidedignos de inflación del padrón panista con militantes de otros partidos, algo que volverá a manchar la imagen democrática del blanquiazul —ya sumamente deteriorada—, pues el equipo favorecido por tal inflación ofrece limpiar el padrón... después de la elección (¿dónde quedaron los místicos del voto?).

En el PRI la razón del cambio no es de calendario, sino que César Camacho irá a la Cámara Baja. Se manejó durante semanas la idea de que sería Aurelio Nuño quien lo sustituiría. El propio presidente Peña Nieto así lo hizo creer al pintar un perfil de juventud y frescura para la nueva dirigencia del partido, así como la promoción y defensa pública que de Nuño hizo el propio Camacho. La reflexión, de ser así, bordaba sobre la racionalidad de esa decisión cuando Peña enfrenta una caída espectacular de popularidad y se halla débil, al grado en que muchos lo consideran ya casi un “pato cojo”. Mantenerse con su círculo íntimo no parecía la mejor salida, ahora que necesita del respaldo de su partido en conjunto, para lo cual tendría que abrirse a otros grupos (lo que podría también ocurrir con el largamente esperado recambio de gabinete).

Por otro lado, de haber ido en efecto Nuño al PRI, quedaba por ver qué haría Manlio Fabio Beltrones, quien no parecía dispuesto a hacerse a un lado en la carrera presidencial, probablemente la última en la que pueda participar con posibilidades reales, y para la cual la dirigencia del PRI representaría una magnífica plataforma. ¿Se conformaría Beltrones con otro cargo distinto y no competitivo? ¿Se inscribiría en la contienda por el PRI desde fuera, apelando a una “rebelión de las bases”, como hace Corral en el PAN? Poco probable. Ahora que se sabe que el “bueno” es Beltrones, algunos comparan la decisión con la que Peña tuvo que tomar en la sucesión mexiquense de 2011, cuando se vio obligado por las circunstancias a sacrificar a su candidato. Peña necesita a Beltrones en el PRI, lo mismo para enfrentar las 12 elecciones a gobernador del año que viene (y las de 2017) como para pavimentar el terreno para una continuidad priísta en 2018. Los resultados que al respecto obtenga Beltrones le podrán dar o quitar la oportunidad de contender como candidato del PRI. El juego sucesorio dentro del PRI se abre, y con ello sus probabilidades de superar el estancamiento en que se encuentra.

Finalmente, Carlos Navarrete pone su renuncia sobre la mesa, que seguramente le será tomada para airear y reposicionar al partido (y cobrar viejas facturas a Los Chuchos), ahí sí tras un fuerte descalabro el 7 de junio. Mismo que habría que entender no sólo como un mal desempeño político del PRD sino sobre todo como consecuencia natural de la fractura perpetrada por López Obrador, que simple y llanamente se llevó sus canicas. Pero dicha ruptura, aunque justificada por el Pacto por México, en realidad respondió a que AMLO necesitaba garantizar su candidatura para el 2018, que no necesariamente tenía en el PRD. Recordemos que debido a esa fractura, la izquierda dejó de ganar 45 diputaciones federales de mayoría (40 quedaron en el PRI-PVEM y 5 en el PAN).

Profesor del CIDE

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