El profesor Giovanni Sartori, por decisión personal, resolvió en este año 2015 al cumplir 91 años de edad, cerrar ciclos íntimamente relacionados con su actividad intelectual. Aún y cuando su espíritu, convicciones y observaciones siguen siendo claras, cultas e inteligentes, para seguir dando batallas con ideas y propuestas en favor de la democracia, finalmente decidió hacer a un lado su pluma, para que nuevas generaciones con nuevas reflexiones y sugerencias, defiendan el legado de un sistema político en donde el hombre ha encontrado las mejores opciones para vivir con dignidad, libertad y civilidad.

Empezó por dejar de escribir sus artículos para fortuna de muchos hombres públicos en el Corriere de la Sera. Meses después donó al pueblo italiano por medio del Senado, la totalidad de su biblioteca que construyó en 65 años de trabajo. Cerca de 10 mil volúmenes estrechamente vinculados con temas de filosofía, lingüística, derecho, ciencia política y sociología están ahora a disposición de los investigadores que deseen trabajar con las fuentes con las que Sartori desarrolló su teoría sobre la democracia, los sistemas de partido, electorales y de la ingeniería constitucional.

De igual manera declinó todo tipo de entrevistas, conferencias y reconocimientos, principalmente para tener el tiempo necesario que le llevó terminar literalmente su último libro, que saldrá publicado hacia finales de junio. La afortunada excepción al mutis que se había autoimpuesto se dio con la recepción de la condecoración a la medalla del Águila Azteca, que le entregó recientemente el presidente Enrique Peña Nieto, como un reconocimiento a su trabajo, por las importantes aportaciones que ha desarrollado en favor de la democracia y en lo particular, por los estudios que he realizado de la transición política mexicana.

Con una inusual emotividad, aprovechó para comentar implícitamente, el porqué decidió estudiar al caso mexicano desde hace medio siglo. Fundamentalmente, porque al trabajar sobre los sistemas de partidos, identificó que la mayor parte de la literatura de la época estaba equivocada y prejuiciada, toda vez que se confundía al señalar que México era una dictadura más, idea con la que siempre estuvo en desacuerdo porque estos sistemas son producto de golpes de Estado, los dictadores en lo general no se retiran del poder, no son sujetos de responsabilidades, los partidos son prácticamente inexistentes y no hay libertades.

Este no fue el caso mexicano que, en la opinión de Sartori, se diferenció de toda la región, al haber creado un hábil experimento de gobernabilidad, con la creación de un sistema electoral no competitivo, que tituló sistema de partido hegemónico, con un gobierno que centralizaba y concentraba mucho poder, en una sola institución.

De estas ideas que plasmó en su libro Sistemas de partidos, ya han pasado casi 40 años y con ello también una transición política gradual, en donde a nuestro actual sistema electoral, con fortalezas y debilidades, se le identifica por tener elecciones, competitivas, plurales y alternantes.

Al margen de temas que ha señalado como aspectos pendientes para consolidar gobiernos democráticos, en sus reflexiones finales está más preocupado por el futuro de una democracia incomprendida y subutilizada por nuevos ciudadanos (homo videns) que no entienden la esencia y el valor de un sistema que protege libertades y ofrece oportunidades, en buena medida porque hemos perdido la capacidad de abstracción que solía tener el homo sapiens, la capacidad del pensamiento crítico que puede diferenciar, lo que es bueno o menos malo para la vida pública.

En el cierre de un ciclo de trabajo intelectual, Sartori nos deja un buen ejemplo de lo que puede hacer el pensamiento honesto, riguroso, inteligente e independiente en favor de la democracia y de la defensa de nuestras libertades. Intentemos no olvidarlo.

Académico en la UNAM

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