Aunque supongamos que 53.8% de la población de México para 2014 no es pobre, sigue siendo preocupante que 55.3 millones de mexicanos, esto es el resto de los habitantes, vivan en condiciones de pobreza. Preocupa además que el número absoluto de personas consideradas como pobres haya aumentado de 2012 a 2014 en casi 2 millones, cuando en ese lapso la población aumentó en 2.5 millones. Esto implicaría que por cada 100 personas que aumenta la población, aumentan los pobres en 78.6.

Si estas cifras dejan insatisfecha e indignada a cualquier persona civilizada, cabe preguntarse: ¿qué es lo que está pasando con las políticas de desarrollo social y en particular con los llamados programas dirigidos a reducir la pobreza? ¿Cómo es posible que el gasto en las funciones de desarrollo social no haya dejado de crecer y los resultados no muestren mejoras en esa proporción? ¿Pueden los incrementos tanto en el número de programas como en el monto que se les destina, compensar la falta de un crecimiento económico vigoroso y sostenido?

Si en algo se han caracterizado los gobiernos de los presidentes Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto, es que en todas estas administraciones, han ejercido carretadas crecientes de dinero público en las funciones agrupadas en el desarrollo social. De 1990 a 2014 el gasto programable del sector público federal ha aumentado  en 7.8 puntos del PIB. De este aumento, 6.95 puntos corresponden al del gasto en desarrollo social. Francamente impresionante el incremento visto desde esta perspectiva, pero con impacto triste. Por ello cabe profundizar a dónde se fue. Resulta que casi 21% del aumento del gasto se fue a educación, 8% a salud y 53% a la llamada seguridad social, la cual contiene el efecto de las reformas del IMSS y del ISSSTE. El 18% restante se distribuye entre vivienda y urbanización (14.8%) y lo demás en las funciones de desarrollo social cuyas definiciones han cambiado durante ese período de 24 años.

Por lo que se refiere al rezago educativo y a las carencias por acceso a los servicios de salud, seguridad social, calidad y carencia por  calidad y espacios de vivienda, el informe de Coneval revela que de 2012 a 2014 se han registrado avances pequeños. Sin embargo, en lo que se refiere a servicios básicos en la vivienda (agua potable, drenaje, piso firme, electricidad, uso de leña o carbón para cocinar) y la carencia por acceso a la alimentación se registra un estancamiento. Y continúa el retroceso en cuanto al denominado "ingreso inferior a la línea de bienestar". En este bienio el porcentaje de la población por abajo de la línea de bienestar aumentó de 51.6 a 53.2%. Desafortunadamente no hay datos desde 1990 a 2010, pues se adopta la definición de pobreza multidimensional con la aprobación de la Ley de Desarrollo Social en 2003, y Coneval pide a INEGI desarrolle el módulo de condiciones socioeconómicas a partir de la Encuesta Nacional de Ingreso Gasto de los hogares de 2010.

Al ver que el inventario de los programas y acciones de desarrollo social para los tres niveles de gobierno alcanza la cifra de 5,904 para el período de 2012 a 2013, las cosas no cuadran. La cuadratura empieza a encontrarse cuando Coneval determinó que en su gran mayoría, estos denominados programas y acciones de desarrollo social, no son susceptibles a ser evaluados pues no miden objetivos, no establecen relevancia, no son adecuados, no tienen claridad y no pueden monitorearse. El gobierno federal tuvo para ese período 233 programas, los gobiernos estatales 3,788 y los gobiernos municipales 1,883.

Los avances pequeños en reducir carencias de derechos sociales se dio en un contexto de bajo crecimiento económico. La tasa de crecimiento medio anual para el período 2011-2014 fue de apenas 2.5%. Por ello no debe extrañarnos que esta tasa de crecimiento económico tan baja es insuficiente para que más personas tengan ingresos más altos para adquirir la canasta de alimentos , bienes y servicios básicos.

De ahí el gran reto que tienen el ejecutivo federal y la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión de repensar la política fiscal del Estado mexicano hacia el crecimiento económico. Actualmente el cobro de impuestos y la forma de reciclarlos a la sociedad a través del gasto público no está dando los resultados esperados. Hasta ahora el mayor gasto en los programas de desarrollo social no supera lo que sí logran tasas de crecimiento económico más altas. Por lo tanto, la reingeniería del gasto y el enfoque de presupuesto base cero sí podrán ser muy importantes para el paquete económico de 2016.

Economista

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