El envejecimiento es un proceso natural de deterioro físico y mental que aumenta con los días, pero está probado que la práctica de algún deporte y el ejercicio constante ayudan a llevar una vida más saludable. No se puede evitar que con el paso de los años la vitalidad y las condiciones físicas disminuyan, pero ello no tiene por qué ser un factor invalidante, por el contrario, puede generar capacidades que se adquieren con el tiempo, como sabiduría, creatividad y alegría. La merma de las aptitudes físicas y mentales provoca la sensación de acabamiento progresivo, aunque el escritor español Fernando de Rojas (1470- 1541) decía: “Nadie es tan viejo que no pueda vivir un año más, ni tan mozo que no pueda morir”.

El proceso de envejecer es una fatalidad que lleva inexorablemente a la muerte, pero el declive puede ser atenuado mediante actividades como nadar, caminar, andar en bicicleta o correr. Realizarlos de manera continua, aunque moderada, es la mejor manera de disminuir el menoscabo de las facultades físicas y mentales. Entre los beneficios del ejercicio están el mantenimiento de la flexibilidad muscular, el fortalecimiento óseo, una mejor irrigación cerebral, el reforzamiento del sistema inmunológico, la disminución de los riesgos de caídas, entre otros.

Según el arquitecto y atleta Miguel Ramírez, en su libro El deporte en la tercera edad, “Contra la opinión de que la vejez es un proceso progresivo de invalidez, está la visión optimista que considera que la historia de la humanidad ha sido empujada por ancianos memorables”. Como ejemplos menciona a Winston Churchill, quien después de los 66 años se encargó del gobierno de la Gran Bretaña, en plena guerra mundial, a Giuseppe Verdi, que compuso grandes óperas siendo septuagenario; a los tres Pablos (Picasso, Neruda y Casals) extraordinarios artistas en la ancianidad. Acaso por eso el poeta Alfredo Cardona Peña, en Autorradiografía, dice: “Los abuelos han llegado de los otros mundos que hay en el sueño/, son los embajadores de nuestro origen/, arcos que sembrados en el pasado/ nos permiten llegar al otro lado de la esperanza…/ Las abuelas conocen el nombre de las hadas, y están hechas de humo, campanas y dulzura./ Ellos saben leer las miradas, ellos conocen la naturaleza de nuestros actos,/ y cuando se hunden en el horizonte/ van encendiendo la noche y nos miran desde sus lámparas”.

rjavier_vargas@terra.com.mx

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