El deporte es una manifestación de la existencia como deseo de superación. El cuerpo humano es portador de capacidades creadoras, de elevación espiritual y de anhelos de ascenso. Ejemplo de ello es el salto de altura, que consiste en sobrepasar con el impulso de los pies una barra horizontal. Quienes lo practican suelen tener una gran elasticidad muscular y una natural proporción entre el peso y la fuerza física.

Los orígenes de esta prueba se remontan al siglo XVIII a. de C., cuando formaba parte de los juegos taiteann, de los pueblos celtas, que comprendían competencias de habilidades físicas y mentales. Consistía en franquear un muro, sólo con el impulso de los pies. También se ha encontrado evidencias de su práctica en Asia, América y África. Los watusi, de las montañas del Congo, por ejemplo, rendían honores a su mejor saltador.

Hay saltadores natos, cuyo físico facilita el éxito en la competición, aunque también requiere disciplina, voluntad y entrenamiento. Antiguamente, el saltador se situaba frente a la barra y la salvaba flexionando las rodillas. A esta técnica sucedió la que levanta primero una pierna y después la otra, en forma de tijera. En cuanto a la importancia del aprendizaje y dominio de la técnica, en el libro Todo sobre los deportes, se lee: “Esta es la fase más importante y requiere la armonización de tres factores: a) la traducción del ritmo de carrera en el movimiento vertical de salto; b) el aprovechamiento de la resistencia que ofrece el suelo para apoyar el cuerpo y lanzarlo hacia arriba; c) el rápido desplazamiento del centro de gravedad según las exigencias del centro de gravedad de cada estilo, con ayuda activa de la pierna de ataque, de los brazos y de los hombros”. Para atenuar el impacto de caída, se coloca una colchoneta. Tras las series de intentos por saltar cada vez más alto, queda un solo competidor, que es el ganador.

Desde la simbología, destaca el hecho de que un pueblo de la Galia llevaba el nombre de lingones, que significa saltador (actual ciudad de Langres). En otras tradiciones, los saltos de altura han formado parte de ceremonias litúrgicas e incluso han figurado la ascensión hacia lo celestial. En China, sus saltos de ritmo regular no sólo evocan el anhelo de elevación, sino también las cadencias estacionales de la fecundidad y las reglas de la armonía tanto en el estado como en la familia.

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