La administración del presidente Enrique Peña Nieto llegó a la mitad de su sexenio. No obstante que su partido y su aliado el Verde ganaron la elección intermedia, hay un ambiente de agotamiento institucional, de gobierno colapsado. Lejos del esplendor como salvador de México, la imagen del Presidente de la República ha adicionado a su fama de inculto, la de incompetente y deshonesto. Hay una desconfianza mayoritaria entre la población. El último resquicio de credibilidad se esfumó con El Chapo Guzmán, a quien el gobierno convirtió en el super héroe constructor de túneles, para distraer la discusión sobre la complicidad oficial que permitió la fuga.

El hombre al que la televisión inventó una imagen de exitoso y cuyo equipo en la administración federal presumía objetivos y metas fabulosas en lo político y en lo económico, han sido desastrosos para el país. La política trocó en un vendaval de regresiones autoritarias que nunca imaginamos en el peor de los escenarios ante el regreso del PRI. De la impunidad a la simulación, de la ilegalidad a la injusticia, la desigualdad social crece, la inseguridad, la violencia, el engaño sistemático, la represión, el rompimiento del marco constitucional y del Estado de derecho son signos constantes del actual gobierno.

El desastre económico del país no es menor: creció exponencialmente la deuda del gobierno federal; en la bancarrota una gran cantidad de gobiernos estatales y municipales, la nociva reforma fiscal que aumentó impuestos y ni así el gobierno logró su meta de obtener mayores ingresos, ni hacer crecer la economía, ni generar más empleos. Gasolinazos anuales y aumentos en los precios de muchos bienes, productos y servicios, la reforma energética ofreció bajar las tarifas y la semana pasada nos anunciaron un aumento de 15% en la energía para consumo industrial; la pérdida del poder adquisitivo de la mayoría de los mexicanos, sumado al desempleo, al subempleo y al deterioro brutal de las condiciones de trabajo.

La mitad del sexenio de Peña Nieto ha sido un fiasco; el primer año fue un espejismo dentro de la irrenunciable esperanza de que las cosas cambiaran realmente en el país. El Pacto por México le saldó el deficit de legitimidad que la campaña multimillonaria para hacerlo Presidente no pudo comprar. Ahora sabemos que el Presidente de la República jamás entendió ni el contenido ni la trascendencia de las reformas que presumió por el mundo. La mayoría de esas reformas fueron traicionadas en las leyes secundarias; otras se cumplen en abonos. A la mitad del camino el Presidente se detiene sólo para aclarar que no usa las calcetas deportivas al revés; los demás asuntos, pueden esperar a mañana para ser explicados. Lo envuelve el mundo de lo efímero, porque perdió el rubor para aclarar hechos y asuntos más trágicos, injustos, lacerantes y relevantes: los desaparecidos de Ayotzinapa, los fusilamientos de Tlatlaya, las ejecuciones de Apatzingan, las casas multimillonarias en su posesión y del secretario de Hacienda.

Revivió a la Secretaría de la Función Pública para designar al titular que investigaría “el posible conflicto de interés” en la adquisición de sus propiedades, y con desfachatez de antología el subordinado lo exoneró de toda responsabilidad. La treta de su exculpación fue el preludio de otra farsa: anunciaron cambios en el gabinete y terminó en enroques donde los que no sirvieron donde estaban pasarán a experimentar nuevos fracasos en otras dependencias.

Ahora resulta que la ex secretaria de Turismo es experta en Relaciones Exteriores, y el que ocupaba esa cartera, lo es en Desarrollo Social. El aumento de 2 millones de pobres en México, 600 mil en pobreza alimentaria,   se le premian a Rosario Robles Berlanga con la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano. Los dos principales responsables de la tragedia que vivimos quedaron intocados. Osorio Chong sigue al frente de Gobernación con 57,410 asesinatos en 32 meses, y Luis Videgaray en Hacienda con el dólar a 17.14 pesos.

Arrinconado por méritos propios, Peña Nieto recurrió a su mayor adversario político interno para entregarle la conducción del PRI antes del tercer Informe: a Manlio Fabio Beltrones. El gobierno autoritario y corrupto se vuelve también cínico para la segunda mitad del sexenio. Así decidieron continuar, en una apuesta de control y reforzamiento de la línea dura, donde las carretadas de dinero para los medios seguirán incrementándose, como aconteció en el primer semestre de este año, 243%. A tres años de aquel ofrecimiento de Cambiar y Mover a México, el balance es de enorme frustración y decepción. Obviamente el Presidente dirá lo contrario; pero la realidad es más fuerte que la dura propaganda. Otra vez la sensación es de un tiempo desperdiciado.

Senador del PAN

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