Cuando escuché tu discurso en donde anunciabas que buscarías la candidatura presidencial por el Partido Republicano el pasado 16 de junio de 2015, lo primero que pensé fue que era imposible que tuvieras éxito en tu campaña. La estridencia de tus mensajes, la simplicidad de tus propuestas y la facilidad para crearte conflictos al interior y exterior de tu país me hicieron concluir que tu propuesta se derrumbaría al cabo de unos meses, semanas quizá.

Tu carrera empresarial ha estado manchada por el fraude y el escándalo. Siempre has hecho de la polémica una forma de vida, del espectáculo una manera de ser. Como conductor de programas, has dejado mucho que desear. Y más que escritor de libros, lo eres de panfletos. No he escuchado de ti soluciones, sino recetas mágicas. Fuiste El Aprendiz en la televisión y ahora lo eres de la política, mostrando en cada discurso que tienes tanta profundidad como la de un párvulo en formación.

Han pasado casi nueve meses de aquel discurso en donde decías que los mexicanos que llegaban a Estados Unidos eran violadores y criminales. Dices que eres un “unificador” al ampliar el círculo de los votantes republicanos tradicionales. Lo que serás es un sepultador de tu partido por los años que vendrán, alienando a los nuevos votantes que harán de Estados Unidos un país joven, diverso, abierto a los avances tecnológicos y convencido de que su liderazgo mundial es bueno para su propio país.

“Fanfarrón, presumido ignorante, falso profeta”, te espeta Vicente Fox. “Payaso”, señala Vargas Llosa. “Francamente racista”, declara Felipe Calderón cuando el mismo Ku Klux Klan llama a votar por ti, revelando lo que significas. Pensaba que después de tantas luchas civiles en Estados Unidos, el discurso de la supremacía racial había quedado archivado en las páginas más tristes de la historia de tu país.

Evades en tus entrevistas, las pocas que das, los datos duros que te presentan. Hablas de la frontera con México con una seguridad asombrosa, a pesar de que no la habías visitado en años. Cambias el tema cuando te dicen que El Paso es la ciudad de su tamaño más segura de EU, como menciona el congresista Beto O’Rourke, y te ríes cuando el también congresista Henry Cuellar, de Laredo, dice que su distrito en Texas tiene menores índices de asesinatos que la capital Washington, DC, echando por tierra tu argumento de que nuestra frontera es inmanejable.

En 1985, el periodista Alan Riding publicó un libro que convendría que leyeras: Vecinos distantes. En él, mencionaba que “para Estados Unidos, ‘entender’ a México —su ‘vecino distante’— se ha convertido en una cuestión de interés propio e incluso de seguridad nacional.” El interés propio radica no sólo en ser el segundo destino de las exportaciones estadounidenses en el mundo, o el tercer comprador de sus exportaciones agrícolas, sino en el hecho de que Texas, Arizona o California envíen a nuestro país el mayor número de sus exportaciones, o que 20 estados tengan a México como su segundo cliente principal.

Tú colocaste a México, a los mexicanos, a la frontera y a la migración en la campaña. Hiciste bien, pues casi seis millones de empleos en Estados Unidos dependen directamente del comercio con nosotros. México le compra más a tu país que China y Japón juntos, o que la suma de Alemania, Francia, los Países Bajos y el Reino Unido. Cada minuto, comerciamos cerca de un millón de dólares bilateralmente, mientras cruzan diariamente nuestra frontera casi un millón de personas, mitad hacia el norte y la otra hacia el sur.

Es tiempo de que México, su gobierno y su comunidad expresen también su visión de la realidad. La mayoría silenciosa en Estados Unidos te permitió llegar hasta donde has llegado. Pero no podemos hacer que nuestra voz silencie los logros compartidos y lo mucho que dependen millones de empleos estadounidenses de una relación fructífera y productiva entre México y EU.

Senadora por el PAN

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