Las recientes designaciones de quienes se encargarán directamente de las relaciones de México con Estados Unidos (EU) destacan por su bajo perfil. Lo anterior no hace más que reforzar la percepción de que el actual gobierno pretende tomar mayor distancia política respecto a la Casa Blanca.

Las designaciones a las que me refiero son la del nuevo subsecretario para América del Norte y la del embajador de México en EU. El último cargo del actual subsecretario para América del Norte, Carlos Pérez-Verdía, fue el de coordinador general de asesores del secretario de Relaciones Exteriores, José Antonio Meade, un puesto con mucho juego al interior de Cancillería pero nulo en la administración pública federal y ante la opinión pública. La carrera de Pérez-Verdía se ha desarrollado principalmente en el Banco de México y el Fondo Monetario Internacional, con responsabilidades a nivel de director general y director ejecutivo.

Por su parte, el nombrado embajador de México en EU, Miguel Basáñez, es un destacado académico, sin embargo, su mayor mérito público es haber sido secretario particular de Alfredo del Mazo, ex gobernador del Estado de México y tío del Presidente de la República.

Es evidente que ambos personajes no cuentan con reconocimiento público, ni brillan por su trayectoria. Si para el medio nacional son casi desconocidos, en Wa-shington seguramente no tenían idea de la existencia de ninguno de los dos.

En diplomacia se considera una descortesía nombrar a un embajador con una trayectoria que no corresponda al peso de la relación que se tiene entre dos países. Es decir, si la relación internacional preponderante para México a nivel bilateral es la que sostiene con EU, se espera que el representante del país en aquella nación sea un destacado personaje en la esfera pública nacional, internacional o bilateral. Como de alguna forma había sido hasta la actualidad. No obstante lo anterior, la Casa Blanca aprobó sin chistar, al menos públicamente, el nombramiento de Miguel Basáñez.

Lo sorprendente de la designación de Basáñez no sólo estriba en lo ya señalado. Asimismo, se dice que es legal y políticamente inelegible ya que posee la nacionalidad estadunidense además de la mexicana. En dado caso de que tenga esta doble nacionalidad, se ubicaría en un conflicto de intereses de la mayor importancia, el cual contraviene la esencia de la labor de un representante diplomático. Pero de igual forma violaría la Ley del Servicio Exterior Mexicano, que en su artículo 20 señala que un embajador no puede poseer doble nacionalidad, y que para asumir tal responsabilidad tendría que renunciar a la nacionalidad extranjera. Veremos, en caso de ser verídica esta versión, si el embajador designado presenta su renuncia como nacional de EU ante el Senado, de cara a la ratificación a la que está sujeto ante ese Poder de la Unión.

Dicho lo anterior, políticamente estos nombramientos significan que México le otorgará a la relación bilateral el mismo peso que el que simbolizan los encargados de conducir dicha relación: un perfil modesto. Otro tema es que los designados demuestren o no sus méritos y capacidades en el ejercicio de sus funciones.

Si este mensaje se lee junto con la no extradición de El Chapo, la liberación de Caro Quintero, el enfriamiento de la “cooperación” en materia de seguridad de la administración de Peña Nieto, etc.; da la clara impresión de que la política exterior del gobierno de México trata de tomar la mayor distancia posible respecto a EU.

Si además se suma el reciente afrancesamiento presidencial, las grandilocuentes giras del presidente por Reino Unido o China, así como el estrechamiento de las relaciones del país con América Latina; parece que la línea estratégica de Los Pinos se centra en diversificar las relaciones exteriores para reducir la interdependencia política con EU.

Esta estrategia de política exterior se parece a la de Porfirio Díaz, personaje de moda por su centenario luctuoso. Díaz buscó en la relación con Reino Unido y Francia contrarrestar la influencia económica, cultural y política que EU ya empezaba a ejercer sobre México. De igual forma, pretendió sostener un liderazgo autónomo en la región de América Latina, principalmente en Centroamérica.

Precisamente, a Porfirio Díaz se le adjudica la frase: “México, tan lejos de dios y tan cerca de Estados Unidos”. La adaptación “peñanietista” de la frase podría ser ¿“México tan lejos de EU y tan cerca del resto del mundo”?

Maestro en Historia Contemporánea por el Instituto Mora y ha realizado investigación en la Universidad de Texas y cuenta con el diplomado Líderes Progresistas por la Fundación Friedrich Ebert

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