El comediante estadounidense Jon Stewart se declaró agradecido y emocionado por el anuncio del empresario Donald Trump de que se lanzará a la presidencia de los Estados Unidos. “Me está poniendo en una especie de cielo para cómicos”, dijo, y prosiguió a mostrar partes del discurso de Trump; un discurso que no necesita aditamentos para ser sumamente chistoso. Por ello las declaraciones de Trump no alarman; es imposible tomarlas en serio. El empresario se ha vuelto una parodia de sí mismo: El bufón más rico de Estados Unidos. Sus ataques contra los mexicanos son tan absurdos que sólo entran al debate público en forma de mofas y comedia.

En ese sentido el discurso de Trump estuvo lleno de momentos estelares. Desde el autoelogio a su riqueza hasta su confesión de que había vendido un departamento en 15 millones de dólares a un chino. Pero el momento culminante sin duda fue su declaración sobre México: Los mexicanos “traen drogas, traen crimen, son violadores y algunos, supongo, son buenas personas.” El desprecio de Trump hacia los mexicanos sigue los parámetros de la doble moral de muchos republicanos. Critican a un país, pero al mismo tiempo dependen económicamente de él. Discriminan a su gente, pero cortejan al electorado de ese origen. Trump es en ese sentido la caricaturización perfecta del republicano radical. Una caricatura que ha ido tan lejos que apena a quienes en teoría comulgan con sus ideas.

Donald Trump ha pasado los últimos años criticando la postura de Estados Unidos ante China. Una y otra vez ha denunciado que China está robándole los trabajos a Estados Unidos. “China tiene nuestros trabajos y México tiene nuestros trabajos”, dijo en su discurso de hace unos días. Pero hace un par de años Donald Trump visitó el programa de David Letterman para promocionar unas corbatas. “¿Dónde está hecha esta ropa, Donald?”, preguntó el siempre filoso Letterman. Ante el silencio de Trump, Letterman repitió la pregunta, pero esta vez la dirigió a su productora. “Está hecha en China”, contestó. La ironía se contó sola.

Trump es la muestra de que se puede ser un empresario exitoso sin tener el mínimo sentido común. Su falta de tacto es tan grande que no se ha dado cuenta que se ha convertido en el hazmerreir de la política estadounidense. Hace unos años acusó a Obama de no haber nacido en Estados Unidos. Días después, el empresario amenazó que no iría más al programa de Letterman si este no le pedía disculpas por llamarlo racista. “Pues quizás sea posible que no sea racista, porque no quiero pensar eso de nadie, pero entonces es simplemente un imbécil.” dijo Le-tterman al aire.

Incluso Obama se burló de él. En 2011, en la cena de corresponsales de prensa Obama se dirigió a Trump, que estaba presente en el auditorio. “Nadie va a estar más contento de que el asunto de mi acta de nacimiento haya quedado arreglado que Donald. Y eso es porque finalmente va a poder concentrarse en los asuntos que importan, como ¿realmente aterrizamos en la luna? o ¿qué pasó en Roswell?” Obama entendió muy bien que la única respuesta a un chiste es otro chiste.

En ese sentido Trump sigue inspirado. Su declaración más reciente es que de llegar a la presidencia construirá un muro en la frontera con México y hará que nuestro país lo pague. “Si yo gano, México paga.” dijo Trump. Quizás finalmente las declaraciones de Trump hacen sentido. Según un artículo de El Financiero, los mexicanos que Trump llama delincuentes y violadores generan el 8% del Producto Interno Bruto de Estados Unidos. En estados como California esta cifra sube a 12%. Si Trump llegase a la presidencia y construyera su muro, serían estos mexicanos a través de su productividad, los que estarían pagando una parte importante de él.

Es cierto que la xenofobia y el desprecio hacia México persisten en la sociedad americana, pero también es cierto que hay veces es mejor no darle valor a lo que no lo tiene. Nuestra capacidad de indignación debe complementarse con nuestro sentido del humor. Las palabras de Trump son terribles, pero el contexto de quien las pronuncia las vuelve irrelevantes. El Consejo Nacional de la Raza, la organización más grande de derechos civiles de latinos en Estados Unidos, entendió esto muy bien: “Lo veo como un niño de dos años que dice una palabra mala para llamar la atención de sus papás”, declaró uno de sus miembros. Si Trump aspira realmente a ser presidente ¿cómo plantea llegar allí sin el voto latino? La respuesta es sencilla. Ni Trump se toma a sí mismo en serio.

Director. Los hijos de la Malinche

Google News

Noticias según tus intereses