El siglo pasado, con la aparición de escaleras eléctricas o calculadoras se dijo que ese tipo de aparatos disminuirían el esfuerzo físico y el mental, en detrimento de la persona.

En esta segunda década del siglo XXI la posibilidad de realizar numerosas actividades de manera más sencilla, gracias a la tecnología, ha propiciado que el mínimo esfuerzo sea la norma, lo cual en principio no tiene por qué ser descalificado.

Acercar distancias —uno de los logros que nos ha obsequiado internet, por ejemplo— significa ahorro de dinero y de tiempo. El problema surge cuando ese aligeramiento de la vida se encuentra en la frágil línea que divide a lo permitido de lo ilegal.

EL UNIVERSAL presenta hoy información que muestra que en internet y las redes sociales existen opciones para que cualquier estudiante pague por que le hagan su tarea. En algunos casos los interesados (el que pide la tarea y quien la elabora) nunca se conocen. La página de internet funge como intermediaria, con ventajosa comisión de por medio. El tema probablemente no sea nuevo, pero destaca la accesibilidad, el carácter “profesional” y “serio” con que se realiza.

En un país que busca superar actos fuera de la legalidad, como la perniciosa práctica de pagar por agilizar trámites y servicios, los sitios electrónicos descritos contribuyen a fomentar acciones en ese sentido. Se empieza por una cultura del engaño, pues el trabajo encargado —que debió ser producto de la creación individual del alumno— se presenta como propio ante una institución educativa. De la mentira puede saltarse fácilmente al plagio, a la transa y a la corrupción.

La situación debe servir para repensar el papel de las tareas en las escuelas. Es en las primarias donde debe formarse el hábito de la tarea como ejercicio individual en el que se plasma lo aprendido. En este nivel, señalan expertos, se espera que en la tarea haya un acompañamiento de los padres; sin embargo, difícilmente se cumple en todos los casos. Y cuando ocurre, añaden los investigadores, son los padres los que frecuentemente terminan realizando la tarea.

Los planteles tienen que jugar un papel clave en el rechazo al plagio y al engaño en las tareas, así como en lograr que el alumno tome conciencia desde pequeño que cuenta con la capacidad para desarrollar el conocimiento y ponerlo en práctica, sin recurrir a la mentira. Esta simple acción debe bastar para blindar al país contra actos de ilegalidad en el futuro. Es tiempo de consolidarla.

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