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Con la tendencia que ha seguido el índice de homicidios en el estado de Chihuahua durante los últimos seis meses, y con el antecedente de que la entidad vivió entre 2008 y 2011 una severa crisis de inseguridad que llevó a considerar en 2009 a Ciudad Juárez como la ciudad más violenta del mundo, por encima de la capital iraquí Bagdad, lo mínimo que debe pedirse al gobierno estatal es contar con una estrategia —y reforzarla— para frenar esa espiral.
Desde el año pasado se están registrando mes tras mes índices que no se habían presentado en casi cinco años.
En octubre de 2016, en coincidencia con el inicio de la nueva administración estatal, hubo 158 homicidios dolosos en la entidad, cifra que no se alcanzaba desde agosto de 2012, cuando se denunciaron 172 muertes de ese tipo.
El dato oficial más reciente, del pasado mes de febrero (145 homicidios dolosos), no hace más que consolidar la tendencia. Hace un lustro que no se había registrado un inicio de año tan violento en los primeros dos meses.
¿Qué falló? ¿Se bajó la guardia?
El ejemplo que dio Chihuahua al país y al mundo sobre el control de la violencia parece haberse esfumado. La inseguridad es un problema que no permite la menor desatención y mucho menos la pasividad ante casi medio año de cifras a la alza.
Chihuahua arrastra dolorosas historias desde hace más de 20 años, primero con la ola de asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez y después con el sangriento enfrentamiento por la entidad que protagonizaron cárteles del narcotráfico,
disputa en la cual la ciudadanía fue simple espectadora, y frecuente víctima, mientras en gobiernos locales se coludían con los grupos delictivos.
En la actual escalada de violencia la coordinación de las autoridades estatales y municipales deberá ser clave para contener nuevos hechos criminales. Perder de nueva cuenta la poca confianza que habían recuperado las instituciones locales significará un grave retroceso.
La profesionalización y certificación constante de los elementos que integran los cuerpos policiacos es una de las acciones clave para evitar infiltraciones o la cooptación de corporaciones de seguridad. Especialistas han alertado de un freno a la depuración policiaca.
Ante este nuevo repunte de los homicidios se requiere una mano que señale una ruta bien definida que incluya acciones no sólo policiacas sino también de corte social, educativo y de oportunidades laborales. ¿Dónde está esa mano? ¿Dónde está el plan?