Temor, persecución e indefensión son sentimientos y situaciones que en estos momentos enfrenta gran parte de mexicanos que vive en Estados Unidos. La mayoría ingresó a esa nación sin documentos, se cuentan por millones, son parte importante de la diaria actividad económica estadounidense, pero hay una resistencia feroz a integrarlos de manera formal a su economía y reconocerles derechos ciudadanos.

Cuando más cerca se pensó que podría obtenerse un arreglo en materia de migración fue a inicios del siglo en el gobierno de Vicente Fox, en ese entonces se hablaba de negociar con Washington la “enchilada completa”. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 frenaron toda oportunidad durante la presidencia de George W. Bush. En su gobierno, Barack Obama intentó sin éxito impulsar una reforma migratoria en el Congreso; ante las resistencias, tuvo que emplear medidas ejecutivas para impedir la deportación de migrantes, principalmente de los Dreamers, aquellos universitarios que ingresaron sin documentos a Estados Unidos en su niñez.

Con la llegada de Donald Trump las deportaciones tomaron un lugar central. Los agentes migratorios tienen manga ancha para emprender acciones de manera discrecional contra quienes ellos consideren sospechosos de encontrarse en suelo estadounidense de manera ilegal.

Es ahora cuando la actuación del personal de los consulados debe darse de manera eficiente y expedita para salir en defensa, en principio, de aquellos que ya han sido aprehendidos: 680 en redadas realizadas la semana pasada.

Se está viendo el inicio de una medida que aún se desconoce cuándo va a amainar y la dimensión que tomará.

El pasado fin de semana migrantes reunidos con legisladores mexicanos fueron claros: no desean volver, exigen ayuda para permanecer allá.

La decisión que expresaron es dura, por franca. No encontraron oportunidades en el país en que nacieron y dudan que la situación haya cambiado después de 10 o 20 años de haber permanecido en Estados Unidos. Sus palabras transmiten el temor a pasar una vida de carencia. ¿Encontrarán empleos aquí? Muy probablemente, pero lo más importante ¿bien remunerados?

Ayudarlos a que se queden allá, donde en realidad han hecho su vida, no sería complicado si hay un adecuado apoyo legal. En su intentona los agentes migratorios podrían violar el debido derecho e incurrir en abusos. El aspecto legal de las deportaciones será clave en su éxito o fracaso.

El drama en que puede convertirse la repatriación —familias separadas el más notorio— nos recuerda las carencias que aún prevalecen en el país y de lo mucho que falta por avanzar.

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