“Me querían comprar a mi hija” fue el reportaje más leído el 30 de agosto de 2015 en redes sociales en México, una historia que recuperaba lo ocurrido con una madre de tez morena a quien las autoridades le habían quitado a su hija sólo porque la niña tenía la piel clara. Otros medios reprodujeron la misma historia, pero con títulos diferentes y para ellos también fue la nota más compartida. La diferencia es que el medio que creó la información gastó en el transporte y viáticos de reportero y camarógrafo. Los portales que copiaron el reportaje sólo necesitaron el salario del día de alguna persona sentada frente a su computadora.

No es el error de algún empleado a quien se le olvida dar crédito a la fuente original y poner un enlace hacia ésta; la practica de tomar —y lucrar— con el trabajo de otros es algo que más de un sitio de internet hace de manera sistemática. Se venden como “portales de noticias”, pero en realidad no es así, porque la gran mayoría de sus materiales no provienen de reporteros, fotógrafos, camarógrafos y editores dedicados a buscar, recabar y verificar información. Más bien toman textos, fotografías y videos extraídos, sin permiso, que son propiedad de otros medios de comunicación, los cuales sí invierten recursos para crear información nueva.

Acciones legales individuales de medios de comunicación contra los agregadores y plagiarios de contenido son desde luego posibles. Sin embargo, no es una tarea sencilla; además, quien es acusado de plagio siempre argumenta que las noticias son un bien público.

En México estamos a tiempo de actuar antes de que nos ocurra lo que en Estados Unidos: agregadores obtuvieron ganancias ilegales durante tanto tiempo a costa de productores de contenido original, que llegaron a un punto de fortaleza financiera que les permitió competir también después en el rubro de la producción de noticias. Lucraron gracias a robarle a otros para después disputarle los clientes a sus víctimas en mejores circunstancias. Es como si alguien que invade una propiedad para vivir gratis en ella, de pronto empezara el negocio de rentar vivienda a otros, convirtiéndose así en el rival de quien al principio “sólo” era su víctima.

No se trata de un tema de empresa únicamente. Si los medios de comunicación no reciben el ingreso suficiente por su trabajo original, no podrán en el futuro reinvertir en generar más contenido de calidad. Con menos investigación periodística, ¿quién va a revelar asuntos de interés público? Desde el Pemexgate hasta las propiedades de funcionarios públicos, sólo los medios han sido capaces de indagar a fondo en los asuntos del poder.

Es por ello que la manera más efectiva de defender la creación de contenidos originales es actuando colectivamente, tanto medios como ciudadanía. Los primeros tenemos que establecer una posición firme frente a quienes roban los materiales. Y sobre la gente que consume a los plagiadores, lo que sigue es hacerles ver el daño de algo en apariencia inofensivo. Está en juego, nada más, pero nada menos, que la permanencia de la información de calidad.

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