El trato de socios y de iguales, que durante años pareció predominar entre México y Estados Unidos, está diluyéndose rápidamente desde que una persona tomó el tema de la discriminación a mexicanos y del odio a migrantes como bandera política. Dicha posición comenzó a despertar entre un sector de la población del país vecino un sentimiento de animadversión a nuestros connacionales.

Esa retórica antiinmigrante es una de las causas que detonaron ayer cambios en la diplomacia mexicana. En primer lugar, se anunció la designación de Carlos Manuel Sada como embajador de México en Estados Unidos, quien deberá ser ratificado por el Senado, y de Paulo Carreño King como subsecretario para América del Norte. Ambos buscarán contrarrestar una ola que viene creciendo en los últimos meses y, aunque en estos momentos se desconozca si se convertirá en un tsunami o se desvanecerá en unos meses, no hay que sentarse a esperar el desenlace, sino hacerle frente.

En entrevista con EL UNIVERSAL, la canciller Claudia Ruiz Massie fue más precisa: dicha retórica motivó al gobierno de México a hacer un “alto en el camino” y replantear su estrategia frente a un discurso “exacerbado, desinformado, que divide, aísla” y hace que “afloren prejuicios”. Y adelanta que la nueva línea de acción consistirá en informar, proyectar y comunicar sobre la realidad del fenómeno migratorio y lo que es México, y lo que significa su relación con Estados Unidos.

¿Qué posición se requiere tomar para contrarrestar la actitud xenófoba? ¿Cómo pararla? Para el gobierno federal no debe ser opción responder a la violencia verbal con violencia verbal. Así como hay un sector que apoya políticas racistas, hay otro sector, incluso más amplio, que aboga por el respeto al diferente. A éste es al que hay que recordarle la integración que Estados Unidos ha tenido con México en los últimos 22 años. Efectivamente, quizá con más ventajas para el lado mexicano, pero el lado estadounidense tampoco ha dejado de beneficiarse.

Para dos de los estados más importantes de Estados Unidos: Texas y California, México es uno de los principales destinos de sus exportaciones. En 2013, el valor de las exportaciones de Texas a México alcanzó 100.9 mil millones, equivalente a la tercera parte —35%— del total de las exportaciones estadounidenses a nuestro país. El mismo año California vendió a México 14 mil millones de dólares.

La integración es una realidad que no puede evadirse ni ocultarse bajo un muro. Se comparten miles de kilómetros de frontera y hay ciudades prácticamente hermanadas. Sería absurdo que Estados Unidos no valore el aporte mexicano a su economía. Si lo olvidó hay que recordárselo.

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