Con crimen organizado en América Latina, terrorismo en Europa y amenazas de guerra entre países, problemas como el cambio climático puedan parecer pequeños. Nada más errado. El calentamiento global, sus consecuencias, serán poco perceptibles mañana y dentro de cinco años, pero a finales de siglo —con un aumento de al menos dos grados centígrados en la temperatura promedio global, de ser así— se habrán convertido en causas de catástrofes para la humanidad.

No es sólo porque habrá huracanes más fuertes, inundaciones donde antes faltaba el agua y sequías en zonas antes no tan áridas. Además se vislumbran por los expertos peores flujos migratorios que los actuales, derivados éstos a su vez de la pérdida de tierra habitable y de cultivo por el incremento del nivel del mar. El agua dulce escaseará, en el peor momento porque para finales de siglo habrá 4 mil millones de bocas más que alimentar. Guerras antes iniciadas por el petróleo serán en el futuro en busca de agua.

¿Está el mundo preparado para un escenario así? Evitarlo es imposible. Los científicos advierten que lo único que nos queda es disminuir las consecuencias y prepararnos para que los países más afectados —como México, por su colindancia con dos océanos— se adapten a las cambiantes condiciones del clima.

Ayer inició en París la reunión que podría ser el inicio de un gran acuerdo mundial para enfrentar ese terrible futuro. La COP21, abreviatura para la frase en inglés “Conference of Parties” (Conferencia entre miembros) del Foro para la Innovación Sustentable, es un evento que durante dos días reúne a presidentes de países, líderes de la sociedad civil e integrantes del empresariado internacional. El objetivo es dar mayor espacio a las energías renovables y no contaminantes (o menos contaminantes), con el fin de reducir la emisión de gases de efecto invernadero que están causando el calentamiento global.

Si hay una oportunidad para sentar las bases de un gran pacto, es esta. No será un acuerdo ideal, porque países como India y China dicen que no se les puede limitar su desarrollo poniendo reglas cuya inexistencia permitió el auge de las potencias occidentales. Sin embargo, por algo habrá que comenzar.

Los líderes de Francia, Alemania, Chile, México, Etiopía y Canadá, así como del Banco Mundial, pidieron poner un precio a las emisiones de dióxido de carbono. La Unión Europea ofrece un compromiso no vinculante de reducción de emisiones para mediados de siglo. China quiere poner sus propios límites, sin promesas ni castigos.

El acuerdo será difícil, pero es necesario. El calentamiento global es el mayor reto de esta generación, el único que afecta a toda la humanidad. ¿Estará nuestra especie a la altura?

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