La violencia contra la mujer es una pandemia global, de acuerdo con la ONU, pues 70% de las mujeres en el mundo la padecen en algún momento de su vida. Se trata de la más antigua discriminación cometida contra el sector más grande de la población. Sin embargo, al mismo tiempo ha sido un mal difícil de erradicar porque sus raíces son profundas en casi todas las culturas y en los hábitos incluso de los países más avanzados. El hecho de que el 25 de noviembre se dedique a poner luz sobre este problema sirve tanto para promover mejores políticas públicas como para observar, cada persona, los remanentes de misoginia que reproducimos hasta en los detalles en apariencia insignificantes.

Cometer violencia contra una persona, únicamente por su condición de género, incluye desde el acoso en el transporte público hasta la violación o el asesinato (muchas veces dentro del hogar). Lo importante es transmitir a mujeres y hombres por igual que la gravedad de este tema no lo marcan las secuelas físicas de la violencia, sino las razones sociales y psicológicas que reproducen la actitud abusiva en todos los aspectos de la vida de una mujer. Es decir, si bien es importante bajar el número de homicidios o de ataques sexuales, hay que entender que el origen de estos delitos trasciende a un asunto de seguridad pública; de cuántos policías haya en la calle o de si existe iluminación suficiente en las calles por donde ellas transitan.

En su momento fue motivo de sorna la propuesta legislativa en el Distrito Federal que proponía castigar las miradas lascivas. Era imposible de aplicar, desde luego, porque las pruebas dependían de lo que cada quien creyera. Aun así la iniciativa era interesante porque en el fondo intentaba regular una actitud que es reflejo de la “cosificación” del cuerpo de la mujer en la cultura machista. Una forma de cambiar el modo como se concibe a las mujeres es transformando el comportamiento diario que refuerza dicho desprecio.

Debe registrarse como un gran avance el hecho de que hoy, a diferencia del siglo pasado, se hable de feminicidios, se exhiba a los misóginos en redes sociales y exista una legislación específica para atender la violencia contra la mujer. Sin embargo, no basta con eso.

El 3 de junio pasado marcharon cerca de 200 mil personas en Buenos Aires, Argentina, para exigir un freno al asesinato de mujeres en ese país. De acuerdo con las organizadoras, las llamadas a la línea de atención por casos de violencia crecieron en mil por ciento tan sólo el día siguiente. Las autoridades del país se vieron forzadas a crear nuevas leyes e instituciones.

Además de tuits y regalos en el Día de la Mujer, ¿qué hará la sociedad en México? La indignación es insuficiente.

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