Hasta que México ponga en orden su débil sistema penitenciario, la extradición hacia Estados Unidos es una alternativa que logra el objetivo de evitar la fuga de criminales con poder de corrupción, así como de cortar los vínculos de dichos personajes con las redes que les siguen siendo fieles fuera y dentro de las cárceles. En este momento parece la apuesta más segura.

Ayer la PGR anunció que fueron extraditados a Estados Unidos 13 criminales, entre ellos Édgar Valdez Villarreal, alias La Barbie, y Jorge Costilla Sánchez, alias El Coss. Ambos peligrosos líderes de cárteles.

No es que se supiera, al menos de manera pública, que los delincuentes enviados al norte estuvieran causando problemas en México. Aun así la decisión parece lógica; un preparativo ante el escenario, ojalá inminente, de que el fugado Chapo Guzmán sea capturado y extraditado también.

Es conocido el miedo del dirigente del Cártel del Pacífico a ese recurso legal. Antes, durante y después de su última aprehensión se dedicó vía sus abogados a combatir la posibilidad de ser enviado a Estados Unidos.

El tema tiene sus incomodidades. Durante meses, mientras Guzmán Loera estuvo confinado, diversos funcionarios federales habían negado o evadido a la pregunta de si el capo saldría del país. Mantenerlo controlado dentro de un penal federal mexicano enviaba varias señales. A Estados Unidos, de que no se le necesitaba para arreglar los problemas domésticos (como corresponde a un país soberano); a la oposición, de que este gobierno, al contrario de otros, sí tenía la fuerza para retener al criminal; y a la población en general, de que nadie puede más que el Estado mexicano. La fuga revirtió esos mensajes.

Llegará el día en que los criminales que cometen delitos en México cumplan sus sentencias dentro de este país. Para lograrlo se necesitará, primero, contar con la estructura penitenciaria adecuada. Conforme se revelan datos de la investigación sobre el escape del narcotraficante, más evidencias muestran lo deficiente de los controles que se supondrían garantizados, como el funcionamiento de las cámaras de seguridad o las barreras físicas empleadas alrededor de las celdas.

Pero más importante que lo material: se requiere de un blindaje anticorrupción que todavía no se alcanza en México a la luz de la infiltración que la fuga de Guzmán, de manera forzosa, implicó dentro de varias capas gubernamentales.

Algunos verán en la extradición una aceptación implícita de que no se puede con el enemigo. Sin embargo, más importante es ser pragmáticos y usar todos los recursos a la mano para hacer justicia, aun si eso implica pedir ayuda al vecino.

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