En materia de combate a la pobreza ya es tiempo de modificar los esquemas tradicionales, pues en más de 30 años los resultados no son alentadores.

Ante ese panorama la secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, afirma en entrevista con EL UNIVERSAL que es hora de romper “la lógica y los mitos” en los apoyos a quienes menos tienen. Considera necesario “democratizar la productividad” para que los pobres no vivan sólo de subsidios.

La tarea no será fácil, sobre todo si durante décadas los más pobres se acostumbraron a ese esquema. De la misma manera, es complicado convencer a la población de que no debe aceptar recursos a cambio de comprometer, por ejemplo, su voluntad política.

En medio de ese contexto es que la secretaria tiene el reto mayúsculo de no sólo hacer menguar la pobreza, sino de modificar costumbres para que los más pobres se convenzan de que pueden ser parte de proyectos productivos que les pueden modificar sus condiciones de vida.

En la conversación con este diario, precisa además que el combate a la pobreza es el resultado de una labor de varias secretarías y no es exclusiva de la dependencia que encabeza. El esquema no estará completo si la economía del país no sirve de apoyo para los proyectos productivos que emprendan los que menos tienen. El magro crecimiento de las últimas décadas no alcanza para llevar a la población a mejores niveles de vida.

Cumplir lo planteado implicaría transformar de fondo la política social en México, algo que no se ha conseguido en décadas de programas asistencialistas.

No es que no haya habido avances en sexenios anteriores. A finales del siglo pasado se creó un programa que sentó las bases de Oportunidades, el esquema de beneficios para familias de bajos recursos que en los últimos años tuvo el gran mérito de condicionar la recepción del apoyo a la asistencia de los hijos a la escuela.

Sin embargo, aún hay pendientes, algunos muy graves, reconoce la titular de la Sedesol. La pobreza urbana es uno de ellos. En las grandes ciudades está 60% de los más necesitados, lo que pinta el problema común de México y de Latinoamérica: en un mismo territorio se encuentran los que viven en condición de mucha riqueza y también los que enfrentan grandes carencias. Zonas exclusivas rodeadas de cinturones de miseria.

En resumen, es la calidad de los programas sociales lo que debe aumentar, antes que seguir engrosando el presupuesto. Pero el reto no está atado a una persona o a una oficina, se requiere el compromiso decidido de varias partes. Una labor de Estado es la que se necesita para cambiar la vida de millones de personas.

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