El fenómeno de Jaime Rodríguez El Bronco, candidato independiente que hoy es ya gobernador electo de Nuevo León, puso a temblar a varios mandatarios estatales y legislaturas locales quienes, como suelen hacerlo, buscan controlar las elecciones en sus respectivas entidades.

El plan es simple e incluso podría decirse que tiene cierta argumentación válida. Veracruz, Baja California, Tamaulipas y Chihuahua están impidiendo que se puedan registrar como candidatos independientes quienes tengan experiencia previa en un partido político. Tiene sentido en la medida en que una de las grandes críticas contra El Bronco, por citar el ejemplo más famoso, es que en realidad se trata de un político tradicional con trayectoria priísta que se “disfrazó” de independiente para ganar los comicios.

Otros ex participantes de los partidos políticos han buscado replicar el esquema. Gerardo Buganza, ex candidato del PAN a la gubernatura veracruzana, es el ejemplo más reciente.

La pregunta que se desprende del cambio en legislaciones locales es: ¿sólo un candidato sin experiencia partidista puede considerarse de verdad independiente? La respuesta varía según el enfoque. Lo seguro es que los partidos políticos no son quienes deben hacer esa distinción, sino los ciudadanos.

La razón por la que los neoleonenses votaron a favor de Rodríguez Calderón, entre muchos otros factores, es por el hartazgo que tenían con los partidos políticos tradicionales. El pasado del candidato fue ampliamente difundido y publicitado por medios de comunicación y por adversarios de El Bronco; el hecho de que ese pasado no cambiara la tendencia del voto significa que para los ciudadanos la militancia previa del aspirante no le resta “independencia”. ¿Por qué habría de cambiar el criterio en otras entidades?

Quitarle al ciudadano la opción de elegir, forzando su decisión hacia los personajes previamente autorizados por el Estado, desvirtúa el propósito de las candidaturas independientes más de lo que las daña el pasado partidista de los aspirantes.

Con acciones de esta naturaleza los políticos integrantes de partidos únicamente consiguen exhibir su temor ante la posibilidad de cambio del statu quo. El resultado previsible es el aumento de la inconformidad hacia los partidos.

Dicen los defensores de las leyes antiBronco que en el fondo están protegiendo la nueva herramienta democrática de tránsfugas del viejo sistema. Aun si así fuera, la culpa de la situación sería de los propios partidos, los cuales elevaron demasiado los requisitos necesarios para registrar candidaturas independientes, facilitando así el camino a los políticos con experiencia previa. Su posición es indefendible.

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