Este domingo marcará indudablemente una fecha histórica para ese entrañable país de nuestro continente. Mucho se ha escrito y mucho más se ha vivido sobre Venezuela en los últimos tiempos, sobre todo desde que, en el año 2000, Hugo Chávez sustituyó al Congreso de la República por la Asamblea Nacional conformada por 165 asambleístas. Desde entonces esta Asamblea es comandada por Diosdado Cabello, el segundo a bordo del control del país, y desde la muerte de Chávez, casi el primero.

En el año 2010, el PSUV, oficialista/chavista, obtuvo solamente 98 escaños, perdiendo la mayoría calificada que le permitía ejercer el control total de las decisiones. Con una diferencia menor al 1% de los votos, la oposición agrupada en la Mesa de Unidad Democrática (MUD) obtuvo 65 asambleístas.  El gobierno ‘convenció’ a uno de ellos, y logró el 60% de la Asamblea, recuperando por lo tanto un control, si no absoluto, sí suficiente para continuar manejando la mayoría de las decisiones en el Poder Le-
gislativo de Venezuela.

En marzo de 2013, tras la muerte de Hugo Chávez, ascendió al poder Nicolás Maduro. Hugo Chávez fue sin lugar a dudas un dictador, pero nadie le puede negar inteligencia y audacia, y una formación militar que le permitió mantener un control férreo del Ejército, de la Asamblea, y de las organizaciones gremiales y sociales de Venezuela; si no las podía controlar, la persecución y el encarcelamiento de líderes disidentes operaba con precisión y — a costa de libertades y violación de derechos humanos— mantuvo a los venezolanos a raya.  En contraste, Maduro —que fue electo presidente por un mínimo número de votos sobre su contrincante Henrique Capriles, en una jornada plagada de irregularidades— no posee las características de su antecesor, de quien dice recibir inspiración, a través de un “pajarito chiquitico”.

Los venezolanos han venido apoyando cada vez más a la oposición, agrupada en la MUD en torno a un objetivo común: librar a su país de la caída en picada de los últimos años; el desabastecimiento de bienes primarios, la inseguridad rampante, el alto costo de la vida, el desempleo, y la ausencia casi absoluta de los servicios de salud. Hoy en día muchos médicos cubanos que otrora trabajaban en Venezuela están iniciando la retirada ante la imposibilidad de atender a los pacientes por falta de medicamentos para prestarles los servicios básicos.

Las protestas en Venezuela por las crecientes carencias se multiplican; se tienen contabilizadas más de 2,500 manifestaciones callejeras exigiendo seguridad, empleo, alto a la represión. Oficialmente, el tipo de cambio es de seis bolívares por dólar, pero en realidad es de 890 por dólar para el ciudadano común. El control del gobierno sobre la población se pierde y ha recurrido a la persecución de los disidentes, y a su encarcelamiento.  El ejemplo más conocido es el del líder opositor Leopoldo López.

Por su parte, la MUD se consolida. En ella convergen 25 partidos políticos, con idearios diferentes, pero concientes de la urgente necesidad de presentar un frente unido ante la imposición de un modelo de nación que ha demostrado hasta la saciedad que su propósito de combatir “la arrogancia del imperialismo” a través de “la resistencia” ha convertido a su país en uno de los más endeudados del mundo, más inseguros, y con menos posibilidades de superar la pobreza prevaleciente. El ideal de una transición pacífica a la democracia los ha convertido en la esperanza de una población que ha respondido a su llamado. Permanecer unidos después del 6 de diciembre es hoy su mayor desafío.

Este domingo los venezolanos irán a las urnas, y sorprendentemente, según todas las encuestas, están decididos a cambiar el estado de las cosas. El 76% de los venezolanos tiene intención de participar en las elecciones, y las expectativas más moderadas arrojan que la oposición unificada podría aventajar por casi dos a uno al oficialismo.

Nicolás Maduro ha tomado acciones ante esta situación. Se negó a aceptar observadores internacionales de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y de la Unión Europea; esto hizo que el secretario general de la OEA, Luis Almagro, enviara una dura misiva a Tibisay Lucena, presidenta del Consejo Nacional de Elecciones (CNE), en la que expresa que en Venezuela “no están dadas las condiciones necesarias de transparencia y justicia electoral para los comicios legislativos”.

La Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) —presidida por el mexicano Jorge Ocejo Moreno, conformada por los partidos de inspiración humanista del continente— ha aceptado por su parte la invitación de la MUD para acudir con una delegación de observadores a presenciar la jornada electoral. Un grupo de dirigentes panistas, encabezado por Marco Adame Castillo —coordinador de Relaciones Internacionales del PAN— formará parte de esta delegación, integrada por más de 60 miembros de diferentes partidos del continente —México, Chile, Uruguay, Costa Rica, Colombia, Honduras, Brasil, Bolivia, El Salvador, Panamá, República Dominicana, Argentina— para testimoniar el desarrollo de esta jornada, y dar cuenta del resultado de la elección.

Este domingo es la hora de Venezuela, porque los venezolanos están esperanzados, porque han desarrollado una campaña creativa, porque saben que el voto libre puede cambiar el destino de su nación, porque se han mantenido unidos a pesar de la adversidad, porque esperan que su voz sea escuchada, porque merecen pasar del mitin callejero a la representación popular en la Asamblea, porque tienen la convicción de que los derechos humanos deben ser respetados en todas partes y a todas horas.
Nicolás Maduro y su gobierno tienen una gran responsabilidad; garantizar el voto libre propiciando una jornada pacífica, y aceptar el resultado de la elección, porque es la hora de Venezuela. 


Diputada federal del PAN

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