¿Qué queremos los mexicanos con Trump? ¿Queremos confrontarlo, negociar con él, acomodarnos a sus intenciones, o una combinación de todas las anteriores?

Lo primero es definir el interés nacional. Mientras no tengamos clara su naturaleza y alcances, Economía dirá por aquí: “la prioridad es la defensa del TLCAN”; Relaciones Exteriores dirá por acá: “el imperativo es la protección de los mexicanos en el exterior”; Defensa y Marina dirán por allá: “la salvaguarda de la seguridad nacional y de las fronteras, como esfuerzos compartimentados y no como una estrategia coherente y consistente”. ¿Cómo favorecer sinergias? Veamos:

1. Diagnóstico. ¿Cómo articular las piezas del Estado mexicano? Se necesita el concurso de los tres poderes de la Unión; de civiles y militares; estados y municipios; empresarios, trabajadores, academia, iglesias, organismos de la sociedad civil, y mexicanos en el exterior. No basta una convocatoria cupular, es preciso articular desde abajo hacia arriba.

2. Negociación. ¿Qué quiere Trump con México? Conocer a nuestro interlocutor es crucial. ¿Qué queremos nosotros que ocurra? —debemos poner nuestra agenda sobre la mesa. Trump es altamente impredecible, pero su conducta registra constantes: valora la habilidad empresarial y tiene un enfoque transaccional sobre los negocios; conoce sus fortalezas y deja claro que las hará valer a lo largo de todo el proceso; ve de manera natural que cada parte defienda su propio interés. No le teme al nacionalismo; lo considera el camino lógico a seguir por cada país. ¿Qué piensa al respecto EPN?

3. Dignidad. El hecho de que Slim y Videgaray tengan canales de comunicación en el entorno de Trump no llevará a que él nos trate mejor. Si mantenemos una posición digna, sustentada en nuestra propia gente, nos va a escuchar; si nos arrodillamos, nos va a humillar y a imponer unilateralmente su agenda. Es fundamental tener claridad sobre los temas no negociables, así como las fichas de negociación y los aliados con que contamos en EU.

4. La razón de Estado. No es defender el statu quo, sino convertir al nuestro en un país habitable. No es coleccionar y defender tratados como un fin en sí mismos, sino invertir en nuestra propia gente. No es apostarle a generosas concesiones de nuestros vecinos, sino liberar a los mexicanos de las ataduras de la ignorancia y la improductividad.

Ya está en curso un diálogo entre nosotros mismos y con interlocutores cruciales. Juan Pablo Castañón multiplica contactos con la Cámara Americana de Comercio aquí y allá. José Luis Gutiérrez reúne a michoacanos binacionales para pensar juntos. Alexandra Haas convoca desde Conapred a la conversación entre las iglesias de aquí y de allá. Jesús Campos desde Fides impulsa la inversión de migrantes retornados en las empresas de la economía social en sus comunidades de origen. Jill Anderson y Maggie Loredo desde ODA, y Rebeca Vargas y Raúl Rodríguez Barocio desde la Fundación México-Estados Unidos (USMF) y el Tecnológico de Monterrey, promueven el diálogo binacional de jóvenes líderes. Sergio López Ayllón desde el CIDE llama a fortalecer la cooperación académica con las universidades de allá, y Blanca Heredia y Mónica Jacobo, también desde el CIDE, promueven la inserción educativa y laboral de los deportados.

Vivimos un momento político fuera de lo común. Aprovechemos el sismo desatado por Trump para imaginar un país incluyente, abierto al mundo, pero sustentado en nuestra creatividad e innovación, con alianzas inéditas en un escenario de alta incertidumbre. Yo me niego a aceptar las cosas como están. Si seguimos haciendo lo mismo de siempre, tendremos los magros resultados que ya conocemos.

Profesor asociado en el CIDE.
@ Carlos_Tampico

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