Ante el cuarto escape de un delincuente apodado “El Fugas” del módulo diamante del Reclusorio Oriente, a través de un archivo muerto al pedir permiso para entrar al sanitario durante una diligencia judicial, la Secretaria General de Gobierno de la Ciudad de México señaló la existencia de una “evidente” cadena de irregularidades en la fuga, e informó que se notificó a la Interpol para emitir la ficha naranja.

Con independencia de las responsabilidades penales y administrativas de los servidores públicos involucrados directa e indirectamente, mueve a la reflexión que en las organizaciones el síndrome de acumulación persistente de errores e inconsistencias (SAPEI) es la causa principal de los eventos críticos.  Este síndrome es producto de la falta de planeación estratégica, controles internos y una política de mejora regulatoria, lo que afecta a cualquier tipo de organismos público o privado.

Roberto Sánchez Ramírez, quien le hace honor al mote “el Fugas”, sólo es un aprovechado de los esquemas normativos insuficientes o espacios desatendidos por los conflictos de competencia entre los responsables que se traducen en las frases clásicas “ese le corresponde a otra área” o “yo porqué lo voy a hacer”. No suele haber administraciones por procesos que reduzcan los riesgos en la custodia del reo en forma integral y coordinada.

La palabra riesgo es la clave. El escape de El Fugas no es el primero que haya ocurrido en el sistema carcelario mexicano y seguramente no será el último. Hay muchas evasiones más espectaculares como la tercera de Ríos Galeana del Reclusorio Sur, mientras se encontraba en audiencia, diez de sus cómplices arribaron al área de rejillas de prácticas y lanzaron granadas, haciendo un boquete por el que escapó. Lo destacable es que hay poco interés en las organizaciones por invertirle tiempo y esfuerzo en la disminución de los factores de riesgo y sólo hay reacciones cuando éstos se actualizan. Sucede lo que era posible –tal vez hasta probable- todo mundo reacciona y se sorprende de que haya podido ocurrir. No queda más que emprender acciones inmediatas contra los responsables directos.

De ahí la importancia de hacer énfasis en que es indispensable que lo cotidiano sea revisar los procesos para eliminar en las organizaciones las cadenas de errores a los que se refiere la funcionaria de la Ciudad de México.  Esto debe llevarse a cabo con un enfoque que tome en cuenta las necesidades del usuario, la corresponsabilidad en los procesos y la multiplicidad de escenarios factibles.

Tienen mayor propensión a sufrir el SAPEI, las organizaciones sin misión, ni visión explícitas, no publicitadas, ni conocidas por las personas que pertenecen a ella o que interactúan con la misma, carentes de controles internos, con normatividad duplicada y dispersa, con falta de armonización en el levantamiento de información, sin indicadores de gestión y desempeño precisos, ni útiles y sin procedimientos alineados entre las áreas.

La gota que derrama el vaso es sólo eso: un hecho que activa una potencialidad contenida. Los individuos en las organizaciones suelen relegar la construcción de redes de prevención de riesgos para atender lo inmediato o lo que se convierte en urgente. Los casos son numerosos y sólo los más relevantes se convierten en noticia y fuente de elucubración e imaginación social.

El Fugas muestra una realidad de las organizaciones. La reacción debe ser enérgica, pero también otro aviso más de que la superación del SAPEI es con trabajo cotidiano y ordenado, que incluyan una visión y misión clara. No bastan las reprimendas. Se requiere implantar y operar sistemas de mejora continua y calidad si queremos que haya cada vez menos riesgos que sucedan y se conviertan en noticias lamentables.

Profesor de Posgrado de la Universidad Anáhuac del Norte

cmatutegonzalez@yahoo.com.mx

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