“Uno de los grandes riesgos que corren los hombres libres es aburrirse de las verdades establecidas. El hastío les proporciona una excusa en los tiempos difíciles para evitar redefinir las cosas con inteligencia e imaginación”. Bernard Crick.

Millones de connacionales en Estados Unidos y quienes vivimos en México estamos consternados, preocupados por los resultados de las elecciones en el vecino país, casi nadie atina a explicar lo que pasó con el triunfo de Donald Trump.

Surgen muchas preguntas, en qué momento un candidato catalogado como poco serio, misógino y con mensajes de odio para las minorías y los migrantes pudo pasar de la chunga a la Presidencia de Estados Unidos. ¿Por qué los analistas políticos y los especialistas en encuestas se volvieron a equivocar en sus predicciones?

Algunos dirán: ¿cómo es posible que las mayorías se equivoquen de esta manera?, ¿por qué escoger a un hombre inexperto y temperamental? ¿Por qué no se puede identificar con precisión el voto oculto, y pasó subrepticio a las grandes encuestadoras en el Brexit de Inglaterra, en el No al acuerdo de paz en Colombia?

Los mecanismos tradicionales no pueden medir el voto oculto porque las vías de comunicación y expresión, sobre todo en las redes sociales son diversas y muy cambiantes.

Revisando el fenómeno electoral más de cerca, en realidad lo nuevo es que nos cause sorpresa. En estos últimos años hemos atestiguado transformaciones importantes en el comportamiento de la gente al momento de tomar decisiones políticas. Hay enojo, inconformidad y a veces una especie de desesperación que se torna en poder vengativo hacia el status quo que no responde a sus expectativas; hay rechazo hacia los políticos tradicionales que piden reconciliación. Lo que muchos quieren es sentir y ver quién paga por los males personales.

Ante discursos de odio que encuentran culpables específicos ante la falta de oportunidades, el electorado reacciona. El grito de expulsemos a los migrantes, metamos a la cárcel a Hillary, ofendamos, hagamos un muro, encuentra tierra fértil en la población que no tienen expectativas de mejora. Por ello busca lo famoso, lo estridente, resultados inmediatos, curas milagrosas, probar cosas nuevas y ver si funcionan.

Uno piensa que esa gente se equivoca, pero no es una equivocación. Es el convencimiento de que pueden dar una lección, de que nadie puede decirles qué es lo políticamente correcto, es el sabor de la transgresión que les hace sentir ganadores en un escenario en el que todos se descalifican.

El humor social desautoriza a la política experimentada, porque siente que no le ha dado resultados. Trump es sólo el ejemplo más escandaloso por tratarse de Estados Unidos, pero sólo una muestra de lo que está pasando en el mundo. Es muy probable que al paso de los meses los votantes del republicano vean las consecuencias terribles que todos pronostican; ya con el daño hecho empezará otra vez el enojo y aunque Hillary le dé un voto de confianza, todos sabemos cómo acaban la mayoría de los experimentos con estos personajes.

Hay que tener muy claro que la gente quiere resultados y otra forma de ejercer el poder. Lo que pasó en Estados Unidos debería ocupar al gobierno en el establecimiento de una ruta de defensa férrea de los intereses de las y los mexicanos, exigiendo respeto y Peña Nieto no debería alegrarse de haber traicionado a México y tomado partido por Trump, porque las consecuencias ya las empezamos a sentir.

Secretaria general del PRD.

@Beatriz_Mojica

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