Aún en la euforia electoral podemos decir: el gran perdedor es Peña Nieto y el PRI. Poco queda de la promesa de Beltrones de ganar nueve de las 12 gubernaturas en juego. No hay que olvidar que se propició una elección de Estado, en la que vivimos el uso electoral de programas sociales, guerra sucia, encuestas falsas, violencia en algunos casos, y hasta los recursos del Fonden, que por lo visto se anticiparon a un desastre que resultó ser electoral. Hay que reconocer que, aun en esas condiciones, la gente salió a votar con esperanza de cambio, a castigar malos gobiernos y, de paso, mandó varios mensajes a la clase política:

1.— Se redimensiona el poder del elector. Queda claro que la decisión de los ciudadanos vence obstáculos, y los votos sí pueden cambiar el estado de las cosas.

2.— Las alianzas electorales entre el PRD y el PAN, que fueron denostadas y enfrentaron una estrategia de anulación por parte del PRI, generaron esperanza de cambio, y eso no sólo influyó en los estados aliancistas, sino que también generaron expectativas en los otros.

3.— Las autoridades electorales, los OPLEs, el INE y la Fepade deben revisarse porque en muchos casos fueron totalmente rebasadas por las trapacerías de los gobernadores del PRI y de la Federación. Violentar las leyes electorales para ganar a toda costa no puede ser normal en un régimen democrático y debe haber castigos.

4.— Es fundamental revisar lo que pasa con la metodología y la seriedad de las encuestas, existe la percepción de que algunas fueron parte de la estrategia del gobierno para general falsas expectativas.

5.— Las propuestas de campaña se acompañan de la exigencia de la sociedad, lo que se promete se cumple.

Esto nos lleva a reflexionar que la sociedad apostó por alianzas electorales que se traduzcan en gobiernos de coalición. Hoy ningún gobierno en solitario puede cumplir con las expectativas de la gente. Los gobiernos aliancistas deberán democratizar las instituciones locales y recuperar la credibilidad de la ciudadanía en las instituciones. Las agendas de los gobiernos de coalición deben incluir el combate a la corrupción y la impunidad; la recuperación económica y los empleos; el combate a la desigualdad y a la inseguridad desde una perspectiva integral de respeto a los derechos humanos.

En el PRD el saldo es positivo. Pusimos el interés de la gente por delante y con alianzas amplias se logró la alternancia en Veracruz, Durango y Quintana Roo; lo que resta ahora es vigilar que estos gobiernos le cumplan a la sociedad en contra de la impunidad y la corrupción. Se avanzó en el número de presidencias municipales y diputados locales.

En la Ciudad de México, aunque se pronosticó tormenta, volvió a salir el sol. El PRD recuperó casi 7 puntos de su votación respecto de 2015, tendrá la bancada más grande de la Asamblea Constituyente y la oportunidad de asegurarse de que la capital siga siendo la ciudad más progresista del país. Por su parte, AMLO tendrá que explicar sus alianzas con el PRI en Oaxaca y Veracruz luego de que no les cumplieron en Zacatecas.

En Oaxaca, la alianza de Murat con Morena y el PT, operada desde la delegación Cuauhtémoc, generó una elección cerrada que se dirimirá en los tribunales. Finalmente, en Tlaxcala la exagerada operación del gobierno local priísta, y la inoperancia y opacidad de las autoridades electorales viciaron el proceso. De no reconocerse el triunfo del PRD y Lorena Cuéllar, la elección deberá repetirse.

Secretaria general del PRD

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