El que la campaña presidencial estadounidense haya entrado en una fase de enorme fluidez explica esta columna. Había originalmente previsto escribirla para esta fase de la contienda, pero hace un par de meses la metí a la nevera. Que haya decidido resucitarla hoy es en gran parte reflejo de cómo se han venido cerrando las tendencias y encuestas a nivel nacional y de que estados clave como Colorado, Florida o posiblemente Pennsylvania están volviendo a ser competitivos en el colegio electoral.

De todos los estados bisagra en contención en esta elección, Colorado es hoy el nuevo Ohio, un barómetro del estado de ánimo de la sociedad estadounidense y de las aspiraciones y fortunas de los dos partidos políticos. Es un laboratorio en el cual se debaten políticas que no sólo son relevantes para el estado y para el país sino también para el resto del mundo. Y van más allá de su muy escudriñado experimento con la legalización de la marihuana. Incluyen si su honda tradición de conservación ambiental puede coexistir con la revolución energética y las prácticas de fractura hidráulica; si un estado que ha vivido algunos de los episodios más brutales y trágicos de violencia (Columbine en 1999 y Aurora en 2012) encuentra las respuestas y valentía política para confrontar a la Asociación Nacional del Rifle (NRA); si el impulso libertario puede coexistir con un gobierno proactivo y con musculatura que incida en el diseño de políticas públicas y detone mayor equidad, armonía e integración racial, bienestar social y mejor educación de calidad; si predomina la derecha religiosa de Colorado Springs o la utopía liberal de Boulder. Todo tema relevante de la agenda pública en Estados Unidos tiene aquí una expresión local viva, dinámica y con frecuencia polarizante, líricamente reflejando la topografía contrastante entre altos picos y planicies del estado. En muchos sentidos Colorado se ha convertido en un baremo y microcosmos del país, un espejo en el que hoy Estados Unidos se mira a sí mismo. Pero también es la nueva California: durante la última década, éste es el estado que está lanzando los globos sonda sobre los temas más relevantes de política pública para la nación. En gran medida una explicación de esto es que el electorado en Colorado está dividido prácticamente en terceras partes iguales de demócratas, republicanos e independientes. No hay predominio de uno u otro partido como suele suceder en estados que son mayoritariamente demócratas o republicanos, y por ende muchas de las iniciativas que son presentadas a debate de la Asamblea Estatal expresan ese amplio abanico y equilibrio ideológico. Adicionalmente, el porcentaje de quienes votaron a favor de Obama en el estado, tanto en 2008 como en 2012, refleja con una precisión casi milimétrica el porcentaje de votantes que lo hicieron a nivel nacional. No sorprende por ende que el gobernador John Hickenlooper, ex alcalde de Denver, un ex empresario y demócrata de centro, haya sido considerado como un potencial compañero de fórmula de Clinton.

Pero además, Colorado posee una característica adicional que explica por qué un estado que había votado históricamente a favor del GOP en las elecciones presidenciales se ha convertido en un estado bisagra que le otorgó la victoria al Partido Demócrata en las dos pasadas elecciones presidenciales. Ese factor es el peso electoral hispano y su creciente empoderamiento político, económico y social en el estado. Junto con Nevada, Virginia y Carolina del Norte, Colorado es uno de los estados que registran el mayor aumento de nuevos votantes, y de esos, la gran mayoría de quienes se han registrado por primera vez para votar son hispanos. Y son precisamente esa tendencia —los hispanos ya representan 20% del total de la población de Colorado— y patrón los que explican por qué el voto hispano fue el que marcó la diferencia ahí y le dio el triunfo a Obama en 2008 y 2012. Por ello tampoco ha sido coincidencia que Tim Kaine, quien al final del día fue seleccionado como candidato a la vicepresidencia, es ex gobernador y senador de otro de estos estados clave, Virginia.

En el verano, Colorado se había decantado tanto a favor de Clinton con una ventaja de doble dígito que su equipo de campaña decidió reducir ahí su despliegue y el gasto en radio y TV. A mes y medio de la elección, 65% de los votantes en Colorado considera que el país va en la dirección incorrecta (sólo el 27% cree lo contario), y un estado bisagra clave que estaba perdido para Trump hoy está, en una elección volátil, nuevamente en juego. La encuesta más reciente de Reuters/Ipsos le da a Trump una ventaja mínima de 43 contra 41% de Clinton, la primera vez en toda la campaña en la que el GOP va a la cabeza en el estado. Es muy probable que como se decante Colorado se decante la elección.

Consultor internacional

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