A pesar de la recuperación económica en Estados Unidos, 2015 atestiguó el aumento más dramático en la disparidad del ingreso desde la recesión brutal de 2008. La creciente desigualdad económica ha polarizado al electorado y abierto una brecha con las élites políticas. Los votantes están hastiados de la “política de más de lo mismo”, cabreados con partidos que han dejado de ser correas de transmisión entre ciudadanía y políticas públicas, y sin optimismo alguno sobre el futuro. La narrativa de un vaso medio-vacío predomina por encima de la del vaso medio-lleno. Nadie cree que la recesión ha terminado y pocos sienten que el crecimiento y el aumento en el empleo los esté beneficiando. Millones de estadounidenses están buscando alternativas al statu quo. Esta circunstancia podría conducir a escenarios imprevistos —incluso en las urnas en noviembre— y trastocar de manera seminal al sistema político-partidista que hemos atestiguado en EU desde hace décadas. El crisol bien podría ser la convención republicana en Cleveland, del 18 al 21 de julio.

Hay tres posibles escenarios para Cleveland (asumiendo que el liderazgo republicano no haga cambios mayores a las reglas de la convención). En el primero, Trump obtiene para junio 7 los mil 237 delegados requeridos para la nominación. El segundo es que se quede a menos de 100 delegados al cierre de las primarias y asambleas y logre negociar con delegados no comprometidos su apoyo para alcanzar así antes de la convención el número necesario. El tercero es que Trump llegue a Cleveland corto de delegados y tenga que apostarlo todo para alcanzar la mayoría en la primera ronda de votación en el pleno de la convención (si no la obtiene en la primera ronda, rondas subsecuentes de votación sólo diluirían su apoyo entre delegados).

Sin saber lo ocurrido anoche en la primaria de Indiana, Trump cuenta ya —con sus victorias recientes en la coste este— con 956 delegados (Cruz tiene 546). Por ende, el tercero de estos escenarios, una convención abierta (que no se da en el GOP desde 1948) y en torno a la cual se habían articulado las últimas esperanzas del liderazgo republicano para descarrillar la nominación de Trump, parece hoy el escenario más remoto de los tres. Ello, y lo que previsiblemente ocurra en las primarias restantes, explica por qué algunos líderes del partido han comenzado a matizar sus críticas a Trump. En mayo, además de Indiana, habrá cuatro primarias más y un total de 199 delegados en juego. Con la excepción de Indiana (57 delegados y una contienda muy cerrada), las cuatro restantes son relativamente fáciles de pronosticar: Nebraska es territorio de Cruz, mientras que es probable que Trump gane en West Virginia, Oregon y Washington (otorgan los delegados de manera proporcional). Por lo tanto, es posible que Trump obtenga cerca de 63 delegados en esas cuatro primarias. Dependiendo de Indiana, podría ganar 12 o 45 delegados más. Así, con todas las primarias de mayo, llegará a una cifra entre mil a mil 33 delegados. De ahí nos vamos a junio 7 y las cinco últimas primarias, con sus 303 delegados en juego. Basado en tendencias y proyecciones, de las primarias que otorgan todos sus delegados al ganador, Trump debiera obtener los 51 de New Jersey y Cruz los 27 de Montana y 29 de South Dakota. Nuevo México los reparte proporcionalmente, con lo cual Trump podría sumar entre mil 61 y mil 94 delegados. Eso deja California, con 172 delegados en juego. Sólo se le otorgan 13 al ganador a nivel estatal; todos los demás se asignan con base en un rocambolesco mecanismo proporcional. Si atendemos las encuestas, es posible que Trump obtenga 109 delegados (13, más 96 correspondientes a distintos distritos electorales). Ello lo colocaría muy cerca del número que requiere para alzarse automáticamente con la nominación en la convención. A su vez, eso fortalecería su mano para evitar un escenario en el cual el liderazgo busque activar las reglas para convertirla en una convención abierta y en mecanismo de selección del candidato, y convencer a los delegados de pivotear y apoyar a otro precandidato.

De darse este escenario, es altamente probable que Trump denuncie al partido y se lance como independiente, exponiendo al partido a una fisura del voto que prácticamente le daría en bandeja de plata el triunfo al Partido Demócrata, en caso de que Hillary Clinton —como todo indica— sea la nominada. La denuncia de que las élites republicanas dieron un golpe de Estado y decapitaron una insurgencia de las bases tampoco se dejaría esperar. Pero si Trump gana la nominación en Cleveland, el GOP podría estar encaminado a una derrota significativa —quizá de paso perdiendo también el Senado— en noviembre. En cualquiera de estos escenarios, las perspectivas no son nada halagüeñas para el GOP y su futuro.

Consultor internacional

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