México necesita crecer de manera vigorosa, sana y sostenida. El crecimiento económico es una condición de justicia en un país con enormes disparidades entre regiones y grupos sociales, pero también es una condición para la gobernabilidad.

No hay duda de que muchos desarreglos en nuestra vida colectiva se explican por la incapacidad de nuestra economía de ofrecerle empleos dignos a millones de jóvenes. El estancamiento que ha permanecido por más de 30 años, en los que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) ha sido de apenas 2.3%, es absolutamente insuficiente para responder al reclamo que representan más de 900 mil jóvenes que cada año se incorporan a la Población Económicamente Activa (PEA). El pobre desempeño de nuestra economía ha llevado a más de una generación de jóvenes a la desesperanza o a tomar caminos torcidos.

La emigración ha jugado un factor muy importante para despresurizar el ambiente social, alrededor de 12 millones de mexicanos viven y trabajan actualmente en Estados Unidos y envían a sus familiares remesas que alivian su precaria situación y que auxilian las cuentas macroeconómicas, tan sólo en 2015 las remesas llegaron a 24 mil 792 millones de dólares (por arriba de la inversión extranjera directa). Si esos mexicanos no tuvieran esa válvula de escape, el país viviría desarreglos sociales difícilmente manejables.

El desbordamiento del comercio irregular ha sido otra salida falsa: ha invadido aceras y plazas en casi todas las ciudades del país y es, con frecuencia, la pantalla de un comercio ilegal que expende, con la tolerancia de autoridades que reciben su “moche”, comida insalubre o artículos robados, contrabandeados o “piratas”.

Pero no es todo. El dato más perturbador es que en más de 7 millones de jóvenes, que según cálculos del Banco Mundial no asisten a la escuela ni tienen empleo, la delincuencia tiene una reserva inagotable para el sicariato. Por eso, es imperativo encontrar ya alternativas que fortalezcan el mercado interno y generen empleos formales justamente remunerados.

¿Qué hacer para crecer? En el 2009 el Senado de la República organizó un foro bajo esa misma pregunta. Sin tanto oropel, uno de los organismos empresariales más importantes del país, el Consejo Ejecutivo de Empresas Globales (CEEG), que agrupa a 47 presidentes de empresas que generan más de 500 mil empleos directos en México y 1 millón 500 mil empleos indirectos, trabaja un proyecto con visión de futuro, pero sobre todo con impactos concretos y mediatos, que se propone, según ha expresado su presidente, Frederic García, hacer de nuestro país uno de los más importantes proveedores de la economía global, lo que implica insertarlo de manera más eficiente en las cadenas globales de valor.

Avanzar en ese propósito reclama el diseño y la puesta en marcha de opciones imaginativas que tocan lo mismo la gestión administrativa que el mundo laboral, la esfera comunitaria y el ámbito educativo. Además de un cambio cultural —que supone adoptar el chip de la competencia global—, la inserción de México en nuevas cadenas de valor puede sacudir la inercia y generar mejores condiciones de vida para grandes conglomerados sociales.

El CEEG ha asumido el compromiso de compartir con empresas pequeñas y medianas la experiencia de sus miembros en la gestión de negocios, con los más altos estándares corporativos y rigurosos códigos de ética, condiciones indispensables para que den el salto y se constituyan en proveedoras nacionales de empresas globales.

Nuestro país cuenta con profesionales y técnicos de gran calidad; sin embargo, una mano de obra altamente calificada convive con otra deficiente, sin capacitación ni cultura laboral, en la que impera la lógica del ai se va. Es necesario avanzar en la vinculación del sistema educativo con el sector productivo.

De igual forma, frente a quienes sostienen que “el que no tranza no avanza” hay que promover una cultura de la legalidad y fortalecer el precario Estado de derecho. Todo esto exige la convergencia de los sectores público, social, académico y privado.

En un momento en que asignaturas pendientes en la agenda nacional y distintos factores externos (la desaceleración de las grandes economías mundiales, la incertidumbre global, la caída en el precio del petróleo, el Brexit, etcétera) reducen las expectativas de crecimiento, la participación de pequeñas y medianas industrias en las cadenas de valor de las empresas globales puede tener vigorosos impactos en el objetivo de construir una sociedad más innovadora y productiva, una sociedad más próspera y justa.

Presidente de Grupo ConsultorInterdisciplinario.

@alfonsozarate

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