Juan Armando Hinojosa, uno de los constructores preferidos del grupo en el poder, el que construyó y vendió la Casa Blanca —valuada en siete millones de dólares— a la esposa del presidente Enrique Peña Nieto; el mismo que le vendió al hoy secretario de Hacienda, Luis Videgaray, la casa en el Club de Golf Malinalco, es uno de los mexicanos que usaron al bufete Mossack Fonseca de Panamá, para poner en marcha una compleja red que, supuestamente, le permitiría ocultar parte de su fortuna.

En un momento en que Grupo ICA, el conglomerado de empresas constructoras de mayor prestigio en México, responsable de algunas de las obras más importantes en más de medio siglo, enfrenta una crisis que parece terminal, con pasivos enormes y sin contratos de obra pública, las empresas de Juan Armando Hinojosa, más un puñado de constructoras, destacadamente OHL, irrumpen como dominantes de la mano de la nueva clase gobernante.

El dinero de mexicanos en el exterior es cuantioso, suma miles de millones de dólares. En un país urgido de inversiones que detonen el desarrollo de regiones enteras, algunas de las mayores fortunas permanecen a buen resguardo en instituciones financieras extranjeras. Quienes ganan licitaciones amañadas y obtienen ganancias indebidas, producto de sobrefacturaciones, en vez de emprender proyectos que generen empleos y paguen impuestos, buscan esconder sus capitales, se disfrazan como empresarios, pero en realidad son traficantes de influencias, delincuentes de cuello blanco.

Es cierto que, desde un punto de vista jurídico, no es posible señalar como culpables a quienes no han sido sometidos a un proceso a cuyo término el juzgador haya determinado su culpabilidad. También lo es que colocar dinero en estos paraísos fiscales no es un delito. La cantidad que pretendió esconder Hinojosa, cien millones de dólares, traducida a pesos es descomunal y, sin embargo, resulta pequeña si se compara con las utilidades que en años recientes han obtenido sus empresas favorecidas por contratos primero en el Estado de México desde el gobierno de Arturo Montiel y luego de la Federación: Constructora Teya, Concretos y Obra Civil del Pacífico, Ingeniería Inmobiliaria del Centro (IIC), EOLO, entre otras.

No hay que prejuzgar, nos dicen sus defensores, ni siquiera en un país en el que el sistema judicial suele cebarse en los pobres y amparar a los poderosos.

No debe prejuzgarse sobre el carácter delictivo de esas transacciones. Sin embargo, si camina como pato, grazna como pato, tiene plumas de pato...

Posdata. Para México no hay relación más importante que la de Estados Unidos. No es, meramente, la vecindad, la historia y la larga frontera que compartimos, son los complejos temas de la agenda bilateral, en materia comercial, de intercambio cultural, diplomático, de combate al crimen organizado y, desde luego, migratorios.

La trascendencia de esa relación contrasta con los tumbos recientes de nuestra política exterior: luego de que Eduardo Medina Mora fue llamado para integrarse como ministro a la Suprema Corte de Justicia, nuestra embajada permaneció acéfala por más de cinco meses. Tras esa larga espera, la llegada del doctor Miguel Basáñez, destacado académico de importante trayectoria, no despejó dudas acerca del rumbo y la estrategia que el gobierno mexicano busca en su relación con Estados Unidos; su reciente remoción, todavía menos.

Lo sustituye un funcionario consular ejemplar: Carlos Sada Solana, quien ha destacado al frente de los consulados generales de México en San Antonio, Toronto, Nueva York, Chicago y Los Ángeles. ¿Un destacado cónsul es lo que necesitamos para nuestra embajada más importante? ¿Nos alcanza su experiencia para atender la enorme complejidad de la agenda bilateral (seguridad, comercio, relaciones políticas, migración, interlocución con ciertos actores clave en el país vecino, migración, cooperación en diversos ámbitos…)? ¿Es lo que requerimos para enfrentar el duro momento que vive México ante la fiebre antimexicana y el discurso xenófobo de Donald Trump? Por el bien del interés nacional, hay que desearle mucho éxito en su gestión, pero no se puede ignorar el riesgo de que en Washington alcance su nivel de incompetencia.

Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario.

@alfonsozarate

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