Contra todo pronóstico, Joaquín El Chapo Guzmán, el capo de capos, el señor de Sinaloa, el premio mayor de la campaña de desmantelamiento de grupos criminales, se escapó de una prisión de máxima seguridad. Por segunda vez en quince años, para estupefacción del país y el mundo.

¿Cuáles son las ramificaciones políticas, económicas y diplomáticas de la espectacular fuga? Van algunas reacciones iniciales:

1. ¿Por qué se escapó? Respuesta de una palabra: corrupción. O intimidación. O tal vez ambas cosas. La hazaña de ingeniería lograda por los acólitos de Guzmán exige acceso a información sensible, como el plano de la prisión y la orientación de las cámaras de seguridad. Eso no se consigue sobornando a algunos custodios.

2. ¿Fue un error encarcelarlo en México? Sí. No hay prisión en México que esté preparada para tener de huésped al narcotraficante más peligroso del mundo. Nuestro sistema penitenciario es aún demasiado vulnerable a la corrupción y la intimidación.

3. ¿Por qué no fue extraditado El Chapo? No lo sabemos de cierto, pero van algunas hipótesis:

• Cálculo político: el gobierno utilizó la captura de El Chapo para proyectar una imagen de eficacia, en contraste con la supuesta ineptitud de las administraciones federales del PAN. Enviarlo a Estados Unidos habría abollado el mensaje.

• Miedo y desconfianza: el gobierno probablemente temía que, una vez bajo custodia estadounidense, Guzmán se convertiría en testigo colaborador de la DEA, y la información resultante no sería compartida, en su mayoría, con las dependencias mexicanas.

• Consideraciones legales: Joaquín Guzmán inició diversos juicios de amparo para evitar su extradición a Estados Unidos. Obtuvo de jueces federales dos suspensiones provisionales en enero de 2015. Pero eso fue, valga la aclaración, 11 meses después de su captura.

4. ¿Cuánto daño político deja la fuga? Bastante. Desde hace meses, el Presidente y su equipo han presumido la capacidad de la actual administración para neutralizar capos. El eje central de esa narrativa era la captura de Guzmán. Tras su escape, la captura o muerte de muchos capos menores se ve mucho menos impresionante. Añádase que la violencia ya no está disminuyendo. De pronto, el Presidente se ha quedado con poco que contar y menos que presumir en materia de seguridad.

5. ¿Qué tan lastimada queda la relación de seguridad entre Estados Unidos y México? Difícil saberlo. La cooperación entre la comunidad de inteligencia de Estados Unidos y las Fuerzas Armadas mexicanas probablemente no se verá muy afectada. Pero es posible que surjan preguntas sobre la posible infiltración del narcotráfico en las instituciones civiles de seguridad. Eso podría limitar algunas formas de intercambio de inteligencia.

6. ¿El escape tiene un gran impacto en el tráfico de drogas o el mundo del hampa? No realmente. En primer lugar, la droga nunca dejó de fluir: eso está determinado por factores estructurales de oferta y demanda. Sobre la violencia, vale una reflexión similar: pesan más los fenómenos estructurales (por ejemplo, la fragmentación de las grandes pandillas) que la presencia o ausencia de algún capo en lo individual. Por último, Guzmán probablemente nunca perdió las riendas de su organización criminal. Si pudo armar una complicada fuga desde el interior de una prisión, es probable que haya retenido un alto grado de control sobre la banda.

En resumen, no mucho cambia con la fuga, pero aun así, duele hasta la médula. La captura de Joaquín Guzmán fue un gran triunfo para el Estado mexicano. Su fuga es, en consecuencia, una derrota no sólo para el gobierno, sino para el país entero.

Analista de seguridad

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses