Una vez más Francia ha sido golpeada por un ataque terrorista. Aún no queda claro quién está detrás del atentado. Si se trata de un “lobo solitario” que decidió llevar adelante este acto en nombre de algún grupo terrorista, muy probablemente el Estado Islámico, o si fue orquestado por alguna célula de este grupo. El gobierno de Hollande ha sido muy cauteloso con el manejo de la información, pero ha lanzado un claro mensaje: la mayor amenaza para el país es el terrorismo islámico y se continuarán tomando medidas frente a esta guerra no convencional.

Francia enfrenta el mayor de los desafíos. Con una política exterior que en últimos años se ha caracterizado por su intervención no sólo en la guerra de Siria, sino también en diversos puntos de África, ya sea derrocando gobiernos, como en el caso de Gaddafi o combatiendo yihadistas. Acciones que la colocan como “enemiga” en el marco de esta guerra. Y aunque el poderío militar francés es de los más importantes a nivel internacional, lo que no controla y no podrá controlar eventualmente es la penetración de células organizadas o conversos yihadistas que sigan atacando con este tipo de actos a la inocente población francesa.

No debemos olvidar el factor interno y la radicalización. Jóvenes musulmanes que al ser excluidos se radicalizan y se suman a las filas de estos grupos, apoyados por las redes sociales. De acuerdo con diversas fuentes de inteligencia, cerca de 2 mil franceses han viajado a entrenarse como combatientes del Estado Islámico y se sabe que una parte de ellos se han repatriado. Estos jóvenes pueden ser tanto ejecutores, como inspiradores de más ataques.

Se está desatando una guerra intercultural en Francia muy peligrosa. Sería injusto estigmatizar a los más de 5 millones de habitantes musulmanes por los actos de un individuo o un grupo. Sin embargo, en los próximos días, semanas y meses se habrán de sacrificar las libertades ciudadanas por medidas extremas de seguridad.

Reivindique o no el Estado Islámico este atentado, para la sociedad francesa este es un ataque del radicalismo y desde ya, el aspecto y el color de la piel tendrán un impacto en las relaciones sociales. Esto alienta la xenofobia y profundiza la exclusión social, particularmente de los jóvenes que, si no se sentían integrados, ahora corren el riesgo de mayor discriminación. El llamado del presidente Hollande es insuficiente. Decir si nos atacan atacamos, sin entender la complejidad del actual estado multicultural francés es una respuesta parcial que puede llevar a un callejón sin salida. De allí que el habitante del Elysée deberá imaginar respuestas mucho más integrales y de largo alcance, más allá de declarar la guerra contra el Estado Islámico. En realidad muchos embriones del conflicto están en casa y no en la frontera siria-iraquí.

Académico de la UNAM.
alejandro_chanona@hotmail.com

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