El General Don Miguel de Miramón, nacido en la Ciudad de México en 1831, ingresó a los quince años al Colegio Militar, a los diez y seis luchó contra los Norteamericanos, en 1852 ostentaba el grado de Subteniente de Artillería, en 1853 fue nombrado Capitán, profesor del Colegio Militar en Táctica de Infantería, combatió contra de los liberales, defendiendo a Santa Anna en la Revolución de Ayutla, durante la Guerra de Reforma escalonó el grado de Teniente y en el Triunfo del Plan de Tacubaya fue jefe de los Conservadores, alcanzó el nombramiento de General de División en Diciembre de 1858, Presidente interino de la República tomó posesión el 2 de Febrero de 1859 y el trece de Agosto entrega el poder al Presidente de la Suprema Corte de Justicia José Ignacio Pavón, tomando posesión nuevamente el 15 de Agosto de 1860 por mayoría de votos de los representantes de los departamentos, combatió al Gobierno de Juárez, obteniendo triunfos y derrotas, vencido se retira a México, concluyendo su gestión el 24 de Diciembre de 1860; visitó las cortes europeas regresando a México el 28 de Julio de 1863, es nombrado por el Emperador Maximiliano Jefe de uno de los tres grandes Cuerpos en que se dividió el Ejército Imperial, en Zacatecas estuvo a punto de tomar prisionero a Juárez, en la toma de Querétaro con una fuerte herida en la cara se le aprehendió; preso en el convento de las capuchinas en esa misma Ciudad, fue juzgado y sentenciado por el delito de traición a la Patria, y ejecutado en el cerro de Las Campanas el 19 de Junio de 1867. A grandes rasgos esta es la biografía del General Don Miguel de Miramón, hombre valiente, al que la historia juzga por sus ideas conservadoras adjetivándolo en diversas formas.

Otro aspecto del General de Miramón es el que encuentro en las amarillentas cartas escritas y fechadas en 1849, dirigidas a la señorita Dolores Gómez y Fernández en que el entonces joven militar expresaba en las mismas elocuentes versos con un espíritu noble y sensible aunado a una bien dibujada caligrafía; cuatro amarillentos retratos, dedicados con todo respeto a la cortejada dama y otros de su familia y hermanos, son ahora viejos recuerdos del álbum familiar. Esta efímera amistad terminada tiempo después, me crearía una visión particular sobre lo que fue Don Miguel, pues de haber seguido la relación yo no existiera ya que esa hermosa mujer fue mi tatarabuela; casada años más tarde con un distinguido personaje ancestro mío. En el año de 1858 Miguel de Miramón contrae matrimonio con una inteligente y singular mujer: Concepción Lombardo y Gil de Partearroyo, fiel compañera que compartió triunfos y amarguras, en los peores momentos no se apartó del mal logrado General, sino por orden del Emperador Maximiliano quien se sirvió de un pretexto para alejarla pues la sentencia de muerte debía cumplirse el 16 de Junio y se aplazó para el día 19, desesperada la Condesa de Miramón intentó solicitar el perdón de Juárez emprendiendo el camino a San Luis Potosí y fue allí en donde la enteraron del fusilamiento, llevaba también la misión del Emperador de entregar a la madre del mismo una medalla y una cadena de oro haciéndole saber que moría como cristiano, sugiriendo en carácter de súplica el patibulario personaje la diese a su progenitora cuando tuviera la oportunidad de verle. Las tres cabezas de las famosas “emes” cayeron en el cerro de Las Campanas, lugar en el que se autorizó se encuadrase el terreno poniendo un monumento cristiano con tres cipos a la memoria de cada uno de los acribillados, erigiéndose más tarde una Capilla que por gestión del Gobierno de Austria, logró el permiso del Presidente Porfirio Díaz para su construcción, pagando los austriacos los gastos de la misma, dentro de ella en el altar principal que se encuentra atrás de los mencionados cipos, existió una pintura de manufactura austriaca con el tema de “Nuestra Señora de La Piedad” ordenada por Francisco José, hermano del infortunado Archiduque. Los restos de Miramón descansaban en el Panteón de San Fernando en el polígono noroeste, dentro de un catafalco de piedra que en una de sus caras tenía las iniciales “M. M”, rematado por una cruz latina y protegido por un barandal de hierro con adornos de plomo y cenefa colada. El 24 de mayo de 1895 se exhumaron los restos, trasladados a la Capilla del Sagrado Corazón de Jesús dentro de la Catedral de Puebla. Su viuda la Condesa de Miramón vivía en la Ciudad de Roma y en el año de 1898 hace una solicitud por escrito dirigida a la Santa Mitra, pidiendo licencia para colocar una estatua funeraria sobre el sepulcro del General en esta Magna Iglesia, a lo que el Ilustrísimo Cabildo Eclesiástico en comunicación con el Señor Obispo emitía su dictamen sobre el sitio en que fueron sepultados los restos, lo que se lee textualmente: “Tenemos la honra de manifestar en nuestro concepto que no podrá accederse a tal pretensión fundada en un decreto de la Santa Congregación de Obispos y Regulares, de 26 de mayo de 1645, que dice: Supra Sepulchri Tabulam pro hibito ornamenta plana quae libet haere des efformare valent dumnodo e solo non eniene ant el abs int coronae vulgo cornise. Y muy terminante es también a este respecto el Concilio Tercero Mexicano que en el Libro III párrafo sexto, muy presente debió tener estas disposiciones nuestro dignísimo prelado dejando el Ilsutrísimo Señor Licenciado Don Francisco Melitón Vargas que al acceder a la concesión otorgada en el año de 1888 de depositar en la Catedral los restos del general Don Miguel Miramón, mandó extender el diez de mayo de 1895 la siguiente acta: en forma de decreto: que los restos sean depositados en la Capilla del Sagrado Corazón de Jesús, no en mausoleo sino en cripta, por consiguiente sólo habrá sobre la fosa o en su dirección en el suelo un signo cristiano, no se impedirán las preces privadas cerca de su sepultura, como las que se proceden en general por los difuntos pero no se tolerarán alocuciones, arengas, ni ninguna clase de razonamientos, ni por motivos de aniversario ni por fechas conmemorativas de algunos hechos, de fausta memoria como se acostumbraba en el templo de San Fernando, en general se impedirán toda clase de demostraciones que pueda ocasionarles a la Venerable Corporación disgustos y compromisos ya de los partidos, ya de los políticos, ya de infaustas circunstancias, cualquier pretensión o exigencia de esta naturaleza será motivo para derogar la concesión y decretar la exhumación, Puebla 25 de Agosto de 1898, Ilmo. y Rmo. Sr. Rafael Fernández de Lara, Juan N. Guerrero, Ignacio Rodríguez Rebolledo, Pascual Sánchez, Ilustrísimo y Reverendísimo Don Perfecto Amézquita, Dignísimo Obispo de esta Diócesis Presente, es copia Catalani Secretario.”.

Carta dirigida por Doña Mercedes Fortuno de Velasco: “Ilustrísimo Señor, Mercedes Fortuno de Velasco, con domicilio en la casa número diez y siete de las calles de las Artes en esta Ciudad, respetuosamente digo que en la Capilla de esa Iglesia Catedral se encuentran los restos de mi abuelo paterno el Señor General Don Miguel Miramón, que fue disposición testamentaria de mi abuela la Señora Concepción Lombardo de Miramón, fallecida en Roma, QUE SE DEPOSITASE SU CORAZON con los restos de su esposo, que dicho CORAZON me acaba de ser enviado de la Ciudad de Roma para cumplimentar los deseos de mi señora abuela, a vuestra ilustrísima atentamente suplico sea muy servido de conceder licencia para que se me permita disponer en la urna que guarda los restos del general Miguel Miramón, la cajita de madera que contiene DENTRO DE UN FRASCO DE VIDRIO EL CORAZON DE MI EXPRESADA SEÑORA ABUELA, 25 de Septiembre de 1934, México, D.F., firma Mercedes Fortuno de Velasco” quien era hija de Mercedes Fortuno Miramón y del señor Ernesto Velasco Rodríguez, cabe hacer una reflexión histórica ya que se sabe que la Condesa viuda conservaba el corazón del mal logrado General, el cual después de un periplo se conserva actualmente en propiedad particular; sin embargo la carta es muy clara y enfática, refiriéndose al corazón de Doña Concha Lombardo, debiéndose investigar si mediante disposición notarial expresa le fue retirado también a su cadáver el músculo cardiaco. Fue sin duda el General de Miramón un hombre que supo inculcar en las mujeres el más puro e inconmensurable amor.

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