A mis padres, con la melancolía de una Navidad más sin ellos

En la temporada navideña los articulistas solemos escribir cosas distintas. Quizá por el ánimo entre festivo y nostálgico de las celebraciones, en vez de reflexiones en torno a la situación del país unos hacen recomendaciones de libros o discos, otros se ponen a filosofar, los menos recurrimos a reminiscencias y evocamos tiempos que se fueron para siempre volver. Acaso porque creemos que nadie nos lee en vacaciones, nos desinhibimos y decimos lo que normalmente compartimos, si acaso, con nuestros amigos o parientes más cercanos, pero que no solemos revelar a nuestros lectores. Y es que las redes sociales inauguraron un nuevo temor a la espontaneidad.

Pues bien, hoy voy a ser aún más audaz que en otras fiestas decembrinas: voy a compartir en este espacio un par de textos que aspiraron a ser poéticos y que no me había atrevido a publicar por considerarlos muy verdes. Conste: no son poemas. Le tengo mucho respeto a la poesía, y sé que crearla presupone poseer algo que el cielo reserva sabiamente a unos cuantos privilegiados. El primero se llama “Descífrate” y lo escribí hace muchos años, sin dedicatoria personal, pensando en una musa inexistente. No se le busque métrica ni ritmo, por favor; no es más que un exabrupto del alma. Dice así:

Escárbate, escudríñate, indágate; / explícate, descríbete, detállate. // Di que no los engañaste a todos, / que aunque seas invisible también estás viva, / que puedes dibujarte para que todos te vean; / di que los días de tu soledad sí están contados. //

Di que no vas a esperar en vano, / que aunque estés afuera estás adentro, / que puedes recorrerte sin perderte, / porque conoces tus laberintos como la palma de tu entraña. // Di que sabes detenerte en un recodo de tu alma, / que puedes sentirlo y desdoblarlo sin que te digan cómo, / que puedes palpar tus heridas sin preguntarte qué son, / volverlas a tocar y darte cuenta que ya no están. // Di que no eres incomprensible ni olvidable, / que no te vas a hundir en la bruma del olvido, / que vas a flotar para verte en tu espejo, / con tu máscara transparente y tu rostro desgarrado. // Di que te has descubierto para siempre, / que tienes un mapa de los ríos de tu melancolía, / que antes de la primera lágrima las adivinas a todas, / las secretas, las ocultas, las inasibles, las prófugas. // Di que puedes amar con los ojos abiertos, / que atisbas tus hondones y no te desconcierta lo que ves, / que te has hecho amiga de tus enigmas, / y ellos te ayudan a desentrañar tus silencios. // Piénsate, interprétate, tradúcete; / descífrate suavemente; sólo descífrate.

El segundo texto se llama “Mi Patria”, y lo escribí poco después del anterior, mientras vivía fuera de México y me invadía la añoranza. Lo concebí a horcajadas entre versos sueltos y la letra de un bolero. De hecho, se lo mandé hace tiempo a Mario Carrillo, un muchacho talentoso -hijo del grandísimo compositor oaxaqueño Álvaro Carrillo y ahijado de mi querido y extrañado amigo Pepe Jara- para que lo musicalizara. Ya lo hizo y amenaza con grabarlo uno de estos días. Aquí va, con uno o dos pequeños cambios:

Mi Patria es luminosa y brillante / frente a ella todo lo distingues, lo matizas / pero alberga un volcán desconcertante / te arroja lava, te estremece, te hace trizas // Mi Patria es aridez, dureza, sequedad / raspa, lastima, hiere, horada, corta / pero subyace un bálsamo de levedad / que suaviza, acaricia, reconforta // Mi Patria tiene piel tersa y morena / de su cabeza cuelga un largo pelo endrino / su cintura enreda los brazos de mi pena / de sus manos bebo mi dolor peregrino // Mi Patria es una mujer mestiza / mezcla de fuerza y de ternura / cruza de mar y piedra caliza / suma de alegría y de amargura // Mi Patria me zahirió y me fui de ella / sufrí mi nostalgia y mi lejanía / porque la extraño con todo y su querella / porque aunque esté lejos ella es mía.

Pues ni hablar, ahí están ya, a la intemperie. Espero que haya quienes los lean con benevolencia. Sé que como académico y ensayista que he sido y político que soy no debería publicar estas cosas, pero qué le voy a hacer. Como diría Terencio: soy hombre y nada de lo humano me es ajeno. Ah, y algo más: aprovechen estas fechas para recordar la frase de mi insigne tocayo de Hipona: “ama y haz lo que quieras”. Quien ama cabalmente es incapaz de hacer el mal.

Escritor - @abasave

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