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A menos de 10 semanas de efectuarse la elección constitucional, Andrés Manuel López Obrador se sostiene como el candidato opositor a vencer. Ricardo Anaya y José Antonio Meade no logran constituir un competidor creíble frente al tabasqueño, quien tiene ventaja en el imaginario social, político y empresarial de México y en las encuestas nacionales.

En nuestro índice se evalúa la eficacia de las estrategias de candidaturas y campañas presidenciales y se predice sus estados actuales, en un momento en el que se atraviesa 50% del valor global de esta elección presidencial —de noviembre de 2017 hasta el momento del primer debate constitucional—, por lo que la disputa por la Presidencia de la República sigue siendo un proceso abierto a eventos, alianzas, debates constitucionales y nuevos acontecimientos sociopolíticos, que serán valorados por quienes votarán el 1 de julio.

Los 13 dominios del índice ofrecen una resultante integral después de otorgar valor en un rango del cero al seis a cada dominio asumido como una variable fundamental de la campaña presidencial, y para cada uno de ellos, los diversos factores que pueden atribuirse en beneficio o perjuicio de cada candidatura.

La resultante final de los 13 dominios muestra la interacción dialéctica entre éstos, evidenciando quienes pierden o ganan paulatinamente potencial de erosión o logran revertir situaciones críticas.

Elección aún no está decidida para nadie
Elección aún no está decidida para nadie

La matriz de 13 dominios nos muestra un esquema de propensión estratégica que permite predecir el momento que atraviesa cada campaña; el último análisis nos da la valoración del inicio constitucional de las campañas (30 de marzo) a los primeros días del post debate constitucional en abril de 2018.

De acuerdo al Índice Momentum Presidenciables de finales de 2017 hasta marzo de 2018, y particularmente al análisis del periodo abril, López Obrador redujo su posición de ventaja de 11 a ocho dominios que tenía a su favor Meade Kuribreña —por desgaste y posible vaciamiento estratégico de Anaya— ha entrado a una fase en la que puede reposicionarse como competidor real. El tabasqueño atravesó por un ciclo de consolidación hasta marzo de 2018, y en las últimas semanas, por un periodo de exposición mediática de doble compuerta: las redes sociales y medios masivos de comunicación le muestran como un beneficiario creciente de adhesiones y, a su vez, como un eje, aunque en menor dimensión y resonancia efectiva, de desacreditación.

Este desgaste relativo en su eficacia estratégica se explica por:

1) El posible impacto en su campaña de una falla táctica en su interlocución con las élites empresariales y el expediente gubernamental de la reforma energética, quienes han exhibido públicamente su conflicto con los posicionamientos del tabasqueño y han evidenciado la conformación de una revuelta pública y oculta de las élites en su contra, exacerbado con la polémica respecto al proyecto transexenal del aeropuerto.

2) La ofensiva por su propuesta de amnistía pro pacificación.

3) La confirmación de Margarita Zavala y Jaime Rodríguez como independientes en la contienda y...

4) El que sus adversarios en el debate presidencial, decidieron —en un contexto de mentiras generalizadas—, mostrarle como un candidato con una trayectoria de inconsistencias en su actuación ética, en el servicio público y en su círculo de allegados y candidatos de Morena.

De acuerdo a nuestra metodología de análisis de eficacia estratégica, salvo por el primer debate y el escenario del post debate que buscó capitalizar a su favor a toda costa, la campaña de Anaya Cortés ha entrado en una etapa de vaciamiento estratégico, al mostrarse en el periodo noviembre-abril un crecimiento precario frente a la candidatura de López Obrador.

El panista ha presentado un ligero avance en las variables fundamentales al atribuírsele un creciente posicionamiento en las encuestas nacionales frente al tabasqueño, el escándalo que la PGR le espetó sobre presunto lavado de dinero, sigue pautando una esfera de desconfianza en la opinión pública a pesar de querer aprovecharlo para victimizarse y, al menos hasta el primer debate presidencial, tuvo una línea de confrontación personal con el Presidente Enrique Peña Nieto. La candidatura independiente de Zavala Gómez del Campo, sin competencia interna, machaca sobre su posición de no ejemplar su liderazgo político.

Así, la campaña del abanderado del PRI puede haber entrado en un proceso de revitalización táctica, pudiendo construir un escenario de competitividad frente a López Obrador, cuya cuesta política estará asociada a la credibilidad de su consolidación.

En su beneficio político puede aunarse la crisis del tabasqueño y Slim-empresarios, la incipiente rehabilitación de la imagen del Presidente frente a Donald Trump en el contexto de despliegue de la Guardia Nacional en la frontera con México y el marco de la no suspensión del TLCAN por el presidente de EU hasta ahora, así como la suma de Armando Ríos Piter y Silvano Aureoles a la campaña previa al primer debate constitucional.

A pesar de destacar en sólo dos de los 13 dominios del índice, Meade Kuribreña puede anudarse de recursos y apoyo de élites del sistema y, eventualmente, de Margarita Zavala.

El expediente europeo que acredita una posible extensión de la investigación del candidato por lavado de dinero y un proceso de evidencia precaria tras la campaña propagandística desmesurada de Anaya Cortés, ubica al ex secretario de Hacienda en una posición consistentemente favorable, que deberá enfrentar la resistencia de un universo de electores crecientes que no desean que el PRI refrende en el poder. En su desempeño errático en el debate, quiso posicionarse, paradójicamente, como un candidato honesto, sin ningún escándalo a nivel personal, y centrarse en una táctica de desvirtuar la agenda y alianzas de López Obrador, combatiéndole como si fuera un mal presagio para el país.

Contra reloj, la campaña priísta despliega una política del miedo que puede no sólo ser eficaz, sino contraproducente para que se construya como un competidor genuino, si los potenciales electores no conceden al régimen actual que López Obrador es el objeto de sus temores o, al contrario, puede volcar a favor del candidato de la coalición priísta, potencial estratégico para polarizar la elección entre el abanderado de Morena y él, justo en el tramo final de la elección presidencial. Sin embargo, el escenario de la ira social antiPRI/Peña/élites, puede mantenerse como un instrumento de justicia reivindicativa con una candidatura de cariz y proyección legítima de redentor del país.

El índice fue realizado con la colaboración de estudios retrospectivos de la consultora Meeser (Bárbara Meeser y Arnoldo Leyson), en el diseño de imagen de la maestra Carolina Rosales, además de Emerson Tinajero y el doctor Francisco Javier Jiménez Ruiz, ambos de la UNAM.

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