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Las calles, poco a poco, empiezan a ser tomadas por la juventud. Es el segundo fin de semana. Los teatros tienen una afluencia razonable. Los manifiestos que se leen por toda la ciudad son escuchados por muy pocos. Los ríos humanos se forman a cada paso. Los restaurantes tienen filas de espera. Es la Fiesta del Espíritu.

Desde hace días se escuchaba a los asistentes decir que el ánimo no estaba en su mejor momento. Los espectáculos libres no cumplían con las expectativas. En la Alhóndiga de Granaditas, por ejemplo, los artistas no lograban conectar poderosamente con la gente.

La noche del sábado eso cambió. Los gitanos Romengo y Mónika Lakatos, grupo conformado por seis artistas húngaros —de los cuales cinco nacieron en el seno de la comunidad rom—, llegaron al Festival Internacional Cervantino a despertar al público, a provocarlo con su canto y su alegría, a incitar al gozo y al baile. Y los jóvenes respondieron.

El concierto “La fiesta gitana de Hungría” se convirtió en la primera fiesta colectiva. Los sonidos del violín, contrabajo, guitarra y percusiones, así como jarras de agua y batea de madera, los cantos de los gitanos y la voz vital de Mónika encantaban a los cuerpos que se movían como si despertaran de un letargo.

Entonces, los jóvenes. Ellos. Saltaron de los asientos y se enlazaron en baile fraterno. Unieron sus manos y se convirtieron en una serpiente que recorría la Alhóndiga, festiva, jubilosa. Los músicos se veían asombrados ante la danza de los que han tenido que cargar con la etiqueta “millenial”.

Ellos, los jóvenes. Saltaban y gritaban y cantaban. El joven mexicano, Alejandro Preisser de Triciclo Circus Band, invitado por Romengo a tocar el banjo en su primer concierto en México, animaba aún más la fiesta. Todos con aplausos rítmicos. ¡Pla, pla, pla! Risas por todas partes. Un hombre mayor agitaba su cabellera blanca. Brincaba. Los nacidos a finales de los 80 lo celebraban. Un abuelo que rejuveneció por contagio, como decía Sabines. Danzaban mientras Mónika cantaba con el alma alegre ante la estampa mexicana.

Romengo y Mónika Lakatos, que se presentarán también en la Ciudad de México, tienen 15 años de vida artística; en cada presentación llevan cantos y bailes tradicionales que alegran la vida de un pueblo gitano perseguido desde la II Guerra Mundial.

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