Seis años después de la publicación del primer tomo de sus memorias, "Los círculos morados", este miércoles el escritor chileno Jorge Edwards presentó la segunda entrega de este ejercicio de memoria, "Esclavos de la consigna", al tiempo que donó su biblioteca.

En esta nueva obra, el escritor de 87 años cuenta lo que fue su vida en la mitad del siglo pasado, cuando todos, incluido él mismo, creían en la utopía socialista y se sentían esclavos de la consigna.

Sin embargo, a este discípulo confeso del escritor-filósofo español Miguel de Unamuno , de quien aprendió el "espíritu crítico y a dudar de todo", su estancia en Cuba como diplomático y su trato con las embajadas del bloque soviético desde su puesto de responsable en el departamento de Europa Oriental en la cancillería chilena, le permitió "distinguir entre las apariencias, los gestos exteriores, los discursos protocolares y las realidades".

"Aprendí a no confiar en aquello en lo que no había que confiar y a leer entre líneas", dice de una época en la que estuvo estrechamente ligado al premio Nobel de Literatura Pablo Neruda.

"La gente creía que yo era secretario de Neruda ", contó tras admitir que fue su "amigo" y compartieron "güisquis y caminatas".

"Mi mujer siempre me había dicho que si me convertía en su secretario se divorciaba" porque, aseguraba, "me iba a explotar miserablemente", antes de contar que una noche en que fueron invitados por el poeta surrealista francés Louis Aragon, el autor de "Canto general" le dijo: "Estamos fritos: vamos a tener que ser inteligentes toda la noche".

Frágil físicamente, pero con una memoria prodigiosa, Edwards relató al numeroso público reunido en el auditorio de la exclusiva Universidad Adolfo Ibáñez de la capital chilena que empezó su prolífica carrera como "poeta clandestino" para no contrariar a un padre que "ingenuamente" esperaba tener un hijo banquero o minero del cobre.

O trabajar como abogado, para lo que estudió, "durante la semana" y escribir "el fin de semana" sobre cosas interesantes como "contar la historia del cobre" o la "historia de la familia Edwards".

"Ahora escribo todos los días, incluso los domingos", confesó tras revelar que ya tiene lista una novela sobre los amores de Neruda -una birmana que lo quiso matar con un cuchillo de cocina por celos, titulada "Oh Maligna". Le falta encontrar un editor, dijo.

También espera concluir su tercer volumen de memorias para completar "Los círculos morados" -en referencia al color que dejaba en los labios el vino barato que bebía junto a sus amigos en la juventud- y el reciente "Esclavos de la consigna".

"No sé qué me espera, pero soy un optimista", declaró el premio Cervantes 1999 , que vive entre Madrid y Santiago.

Dona su biblioteca a la Universidad 

Al mismo tiempo que presentó su segundo libro de memorias, Edwards formalizó este miércoles la donación de su rica biblioteca a la Universidad Adolfo Ibáñez , que construye un edificio para albergar este acervo.

"Me han preguntado por qué la he donado y la causa real son las polillas , porque descubrí que son grandes aficionadas a los libros", dijo ante la carcajada de la audiencia.

Entre las joyas de su biblioteca destacó la primera edición del "Paseo por Roma" de Stendhal, la primera edición de su primer libro "El patio" o cartas que le escribieron Arthur Miller, Graham Greene.

De una carpeta extrae también una hoja de papel con el sello del café parisino La Coupole, donde Neruda esbozó de su propio puño y letra uno de los discursos que dio al recibir el Nobel en 1971.

"El libro nos libera. No hay ningún país moderno que se haya desarrollado sin los libros", dijo.

"Puedo vivir sin tomar leche, pero no puedo dormir sin leer antes", concluyó el premio Nacional de Literatura de Chile 1994.

akc

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