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José Ángel Vizcaíno llegó a la danza por casualidad. Un día, siendo un niño, entró corriendo a una escuela de ballet y no quiso salir de ahí nunca más. Hoy tiene 15 años de edad y estudia en una de las escuelas de danza clásica más importantes del mundo, la John Cranko Schule, en Alemania, semillero de importantes intérpretes que enriquecen a destacadas compañías en Europa, especialmente al Stuttgart Ballet, donde baila la también mexicana Rocío Alemán.

El año pasado, José Ángel consiguió una beca completa y le fue renovada para los siguientes dos años. Sin embargo, su estancia en Alemania está en riesgo porque su familia no ha podido conseguir fondos para un boleto de avión que lo lleve de vuelta. Y es que las convocatorias para los apoyos institucionales, tanto a nivel local como federal, están cerradas.

La meta era, en un inicio, conseguir fondos para su estadía anual; pero debido a la urgencia del viaje y a que no han tenido una buena respuesta con la fondeadora, sólo necesitan el boleto. José Ángel está tranquilo y, desde su casa en Guadalajara, cuenta sobre su formación en México en la Academia de Danza Doris Topete, sobre las competencias en las que ha participado y el apoyo de su familia para mudarse a Europa. La fecha límite para su viaje es el 10 de septiembre. La página para ayudar a José Ángel es


¿Cómo llegó la danza a tu vida?

La danza llegó a mí por casualidad. Cuando era niño, mi mamá trabaja en empresas y en contabilidad y compraba revistas que necesitaba, yo la acompañaba y al lado de las revistas estaba la Academia de Danza Doris Topete. Un día me metí, entré a uno de los salones y comencé a correr por ahí. Una de las maestras me vio y le dijo a mi mamá que si yo quería podía entrar, pero le respondió que no porque no tenía tiempo de llevarme. La maestra insistió, me hicieron unas pruebas, me dijeron que yo tenía aptitudes y yo sólo dije que sí, que quería estudiar, pero no sabía ni qué era. Yo tenía como cuatro años.


¿Recuerdas cuándo empezaste a considerar dedicar tu vida a la danza?

Sí. Empecé a competir a los siete años, recuerdo que tenía mucha emoción, creo que en ese momento empecé a tomarlo muy en serio. La primera vez que estuve frente a público fue durante una competencia en la Ciudad de México, fue muy emocionante para mí, jamás había concursado y menos en ballet. La verdad me fue muy bien, gané el tercer lugar. Era un concurso nacional, conocí a bailarines de otros lugares y me di cuenta de que yo sí podía hacer las cosas, pero también entendí que debía ser más fuerte y más disciplinado, que necesitaba trabajar diariamente para mejorar. Después de esta primera experiencia comencé a concursar más, asistí a festivales y ofrecí funciones con otros compañeros. Además empecé a viajar. Fui a una competencia en República Dominicana y gané el primer lugar. Me sentí muy bien y me inscribí en más competencias. En el concurso nacional gané el tercer lugar y poco a poco hubo más viajes. Después de todo esto llegó la oportunidad para irme a Alemania.


¿Qué aprendiste durante esos viajes y competencias?

Pude viajar gracias a mi familia, me apoyó mucho; pero también se comenzaron a buscar patrocinadores. Mi maestra también me ayudó mucho. Gracias a los viajes conocí diferentes culturas, diferentes maestros y me di cuenta de que había cosas que no conocía pero que podía aprender porque yo era capaz de hacer las cosas. Mis maestros sacaban el potencial que tengo, me exigían mucho y confiaban en mí. Me motivó saber que mis maestros se interesaban en mí porque tenía habilidades, potencial. Además fui un niño un poco gordito, pero con la danza mi cuerpo fue cambiando, sentía que se estaba tonificando y me veía más delgado.


¿En qué momento llega la invitación a Alemania?

Fui al Festival Internacional de Danza de Córdoba, en Veracruz, en donde también dan cursos y acuden maestros y directores de muchas escuelas internacionales de gran prestigio, entre ellas, la John Cranko Schule. Fui a competir y en la premiación anunciaron que me había ganado la beca. Me emocioné, pero eso implicaba que debía irme. Mis padres y mis maestros me dijeron que no lo dudara, que era una gran oportunidad. Me preocupó que iba a estar solo, sin mi familia, estar tan lejos, tenía miedo de no saber cuidarme solo.


Pero lo lograste.

Sí, pero al principio fue muy duro. Me sentía muy inseguro. Creo que con el tiempo empecé a darme cuenta de que me había ganado ese lugar. Quizá maduré un poco allá y dejé de pensar en que no lo iba a aguantar y que en cualquier momento me regresaría. Lo más complicado fue el idioma, el clima y, sobre todo, que las clases eran totalmente diferentes. En México nunca había tomado clases sólo con varones y allá eran así todo el tiempo. Además estaba en un internado, me llevó tiempo acostumbrarme. Yo sabía que tenía que aprender inglés, así que antes de irme estudié el idioma; ya estando en Alemania empecé a estudiar alemán, es muy complejo, pero con disciplina todo lo podemos aprender. Allá me di cuenta de que muchas personas tienen conceptos equivocados de México, se piensa que no podemos hacer las cosas, que somos inferiores a Europa, no sé si eso es racismo, pero sí sentí que dudan de nuestras capacidades. Yo me propuse demostrar lo contrario, demostrar que podía conseguirlo todo.


¿La danza tiene ahora otro significado para ti?

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