Ya se respiró a Navidad, y ahora se respira a Elecciones. Las noticias, e incluso las pláticas cotidianas, no dejan de hablar de este tema. Pero en nuestros días, hay algo más que no deja de hacerlo: las Redes Sociales. Los memes, publicaciones, micro-videos y micro-noticias ya están infestados de tintes electorales. Y ya que gran parte de nuestro tiempo lo pasamos interactuando con estos espacios, no es sorprendente que las Redes, y en general, el Internet, sean una poderosa influencia en nuestras preferencias de voto.

Sin embargo, determinar nuestras posturas a partir de lo que ellos nos cuentan, no es, en definitiva, la mejor opción. El 27 de diciembre del año pasado, Barack Obama expresó en una entrevista con la BBC que “Uno de los peligros de Internet es que la gente puede vivir en realidades completamente diferentes”, y es que, efectivamente, la libertad absoluta para publicar en las Redes da puerta abierta para que se llenen a veces de información falsa, o bien, incompleta y engañosa.

Un ejemplo preciso en nuestro país se lo lleva la noticia que está corriendo de que el candidato presidencial de Morena, Andrés Manuel López Obrador, podría estar recibiendo apoyo de Rusia para sus campañas. Sin embargo, la afirmación es obtenida de una columna de opinión del Washington Post, la cual no presenta pruebas contundentes. Pero los medios electrónicos, contribuyen a difundir la noticia como si fuera el mismo reconocido periódico quien lo afirma, por lo que se vuelve sencillo pensar que esto es verdadero.

No podemos permitir que nuestra democracia tiemble en la cuerda floja de las noticias irresponsablemente difundidas por las redes y medios electrónicos. A mi parecer, estos instrumentos están avanzando más rápido que nuestra preparación para convivir con ellos de manera apropiada, por lo que nos urgen mecanismos para revertir esta situación.

Tales mecanismos podrían implementarse ya, por ejemplo, con campañas de concientización cívica para la ciudadanía, por parte del Instituto Nacional Electoral para orientar sobre los modos correctos de informarse en estos procesos electorales. Pero sería utópico pensar que todo va a cambiar en un plazo de pocos meses. Lo que necesitamos es una estrategia de acción a largo plazo, a la cual se le pueda dar seguimiento.

Entre ellas, están acciones restrictivas y positivas. De las restrictivas, el Gobierno puede tomar la alternativa de Alemania, cuyo Ministerio de Justicia impone multas a las Redes Sociales que no emitan recomendaciones para identificar las noticias falsas, por lo que Facebook y Twitter ya han emitido decálogos de orientación para los usuarios en dicho país.

Pero por otro lado, la apuesta impostergable es la de los Planes de Estudio, que determinan la ideología que se engendrará en las aulas de clases. Es importante que desde nivel Primaria, y hasta Universidad, a los estudiantes se les enseñe a convivir con los medios digitales. Que tengan una asignatura específica de ello, y que los docentes estén capacitados para enseñar a utilizar los espacios electrónicos de manera crítica. Para que esto funcione, a su vez es indispensable que se acondicione cada aula escolar con al menos una computadora con internet, así como con proyector para que los alumnos puedan ver el ejemplo del maestro.

De la misma manera que consideramos que enseñar inglés es importante por su protagonismo en el mundo globalizado, es importante enseñar a utilizar el Internet, puesto que la mitad de las vidas de los cibernautas ya pasa prácticamente en esta herramienta. Y al menos en nuestro país, según datos del INEGI del año pasado, el 59.5% de la población ya entra en esta categoría.

Estas acciones constituyen parte de mis propuestas para los candidatos que resulten electos en las próximas elecciones. Desde el Presidente de la República hasta el legislador del nivel más local, se deben unir a través de sus facultades en el compromiso de formar una ciudadanía cada vez más crítica, no sólo para elegirlos a ellos, sino para el resto de los ámbitos de vida en que se desenvuelven.

Y si bien velar por la cultura cibernética debe ser un compromiso de nuestros representantes populares, también de nosotros, que como ciudadanos y usuarios, no podemos olvidar que nuestra responsabilidad y prácticas individuales son lo que constituyen, al final, el éxito colectivo.

La cultura cotidiana del internet puede hacernos más críticos e informados, o bien, rasgar silenciosamente el tejido social al que pertenecemos.

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