“Quizá algunos de ustedes coincidan con quienes hablan de mis defectos… que si he cometido errores o no he leído suficientes libros. Pero les aseguro que hay algo que sí sé hacer, y eso es ganar elecciones”. 
 

 Palabras más, palabras  menos, esta frase ha sido pronunciada por el presidente Peña Nieto en diversas ocasiones durante las semanas recientes, siempre en privado, frente a un público selecto de empresarios, políticos o líderes de diversos ámbitos, según han confiado a este espacio testigos directos. No ha dejado duda en sus interlocutores que se empeñará personalmente, a fondo y con todos los elementos a su alcance, en la batalla para conservar Los Pinos para su partido. 
 

Peña Nieto no sólo sabe organizar campañas y ganar elecciones, sino que le apasiona imbuirse en el proceso. Su determinación de impulsar a José Antonio Meade para la candidatura presidencial del PRI supondrá el mayor desafío para esas destrezas, pues deberá bordar en un espacio inédito, con un abanderado que no pertenece a su partido, lo que romperá moldes y liturgias que el oficialismo ha nutrido durante casi 90 años.
 

El candidato del oficialismo tendrá como activo indudable que podrá asumir un perfil ciudadano, apartidista por no ser militante del PRI. Peor en contraparte, no podrá colocar, contra la tradición sucesoria priísta, a un hombre de su confianza en la presidencia de ese partido, lo que puede obstaculizar su acercamiento con una clase política enorme, compleja, con fórmulas arcaicas e intereses profundos, no pocas veces sórdidos.
 

Nunca desde 1929, cuando fue creado no como partido político sino como coalición de grupos regionales de poder, el PRI debió enfrentar un predicamento similar, que ahora deberán resolver el presidente Peña Nieto, Meade Kuribreña y el equipo que ambos integren.
 

Con el tiempo se empezarán a desvelar las páginas de la historia que condujo al Presidente a decidir por José Antonio Meade. Las reflexiones que realizó y quién lo ayudó a desentrañarlas. 

Se conocerán sin duda detalles del amplio sondeo que Peña Nieto realizó en los últimos meses con múltiples sectores para buscar un consenso y amarrar acuerdos que dieran margen de confianza a su apuesta. Y los operadores que utilizó en algunas etapas de estas consultas. 
 

Entre estos últimos figuró el coordinador de la bancada del PRI en el Senado, Emilio Gamboa, que viajó en más de una ocasión a Monterrey para mantener contacto con la cúpula financiera que ahí radica. O el empresario José “Pepe” Miguel, muy cercano al primer círculo presidencial, que hizo lo propio con diversos actores. Gamboa y Miguel son asiduos compañeros de golf del Presidente. No es difícil imaginar sus conversaciones recientes en sus caminatas por el “green”.
 

Expertos en materia de encuestas consultados por este espacio sostienen que Peña Nieto consultó numerosos estudios en estas semanas. “Entiendo que fueron en realidad muchos…y la mayoría coincidía en que la única manera de mejorar la posibilidad de que el PRI gane la Presidencia radica en un candidato ajeno al priísmo tradicional… incluso con el perfil opuesto del actual Presidente”, dijo una fuente enterada de este proceso. Añadió que Meade era la opción que atraía más votos opositores, muy en particular del PAN. “Va a ‘morderle’ votos al panismo”, dijo.
 

Es imposible sondear otros motivos que Peña Nieto pudo haber tenido para esta decisión, más allá de los méritos que sin duda reúne Meade, el hombre que ha sido secretario de Estado cinco veces, con dos partidos diferentes; católico observante, abogado por la UNAM, doctor en Economía por Yale;  apasionado de las cifras, entusiasta polemista.
 

Quizá esta historia inconclusa comenzó esa tarde de agosto de 2015 cuando el Presidente sostuvo un discreto coloquio con Meade, entonces canciller, para alertarlo sobre su transferencia a otra responsabilidad. 
 

“Prepárate para la tierra”, le dijo, sin mayores datos.
 

El día 28 de ese mismo mes,  Meade supo que era designado secretario de Desarrollo Social, en un movimiento sin duda impulsado por su amigo desde las épocas universitarias, Luis  Videgaray, entonces secretario de Hacienda. 

Meade y las razones de Peña Nieto
Meade y las razones de Peña Nieto

Menos de 400 días después, una escena similar se producía, bajo condiciones críticas. La noche del 6 de septiembre de 2016, Meade fue citado en la residencia presidencial. A su arribo le fue informado que debía esperar, pues Peña Nieto sostenía un muy largo acuerdo con Videgaray Caso. Al final ingresó al salón, para enterarse que llegaría a Hacienda en relevo de Videgaray, afectado por el affaire Trump.  
 

A partir de ahí hay un largo capítulo sobre el que valdrá la pena conversar con usted en otra oportunidad. 
 

APUNTES: Entre los aspirantes a nuevo titular de la FEPADE que le presenté en la entrega del pasado domingo destaca Miguel Ángel Garita Alonso. Su registro incluyó un generoso aval de la Facultad de Derecho de la UNAM, donde es catedrático. Pero don Miguel Ángel es hermano de Arturo Garita, secretario general de Servicios Parlamentarios de la cámara alta, donde tiene una trayectoria de décadas; amigo personal y operador clave del líder de la bancada del PRI, Emilio Gamboa. Deberá determinarse si tal parentesco entraña un conflicto de interés.   

 

rockroberto@gmail.com

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