El grado de impunidad que ha alcanzado el Estado de México toca su punto más alto con el robo de recién nacidos. La película es de terror. Madres jóvenes y pobres que terminan en el hospital por haber tratado, sin éxito, de salvar a sus hijos.

En menos de un mes, tres historias estremecedoras que no han encontrado respuesta de una autoridad más preocupada por ocultar los casos que por investigarlos.

El sábado 29 de julio, una persona que dijo llamarse Carolina se aproximó a una mujer que quince días antes había dado a luz dos niños gemelos. Conversaron en la plaza central de Valle de Bravo. Como la recién parida no estaba del todo recuperada y traía en brazos a uno de los bebés, la tal Carolina se ofreció a acompañarla a su domicilio, una choza muy humilde en el poblado de Avándaro.

Dos días después, el lunes 31 de julio, la misma señora se propuso para llevar al doctor a la mamá con el otro pequeño porque éste traía una infección leve en los ojos. La necesidad de sentirse apoyada llevó a que la joven aceptara ese gesto de solidaridad. La consulta salió bien, pero en el camino de regreso la señora Carolina sugirió bajar del taxi porque, según dijo, no conocía la Cascada del Molino que les quedaba a mitad de camino.

La madre del niño comentó que se sentía muy débil como para subir a la parte alta de esa caída de agua y, sin embargo, consideró que era una descortesía no seguir a esa buena mujer que estaba siendo tan generosa. Jamás imaginó que al final del recorrido, la persona que dijo llamarse Carolina iba aplicarle cloroformo para arrebatar al bebé y que antes le daría una golpiza tal que todavía hoy tiene a la víctima internada en un hospital de Toluca.

El marido y los familiares de la madre del niño secuestrado han hecho todo por llamar la atención del Ministerio Público y la policía responsable de investigar. La última noticia que tuvieron de las autoridades es que nada pueden hacer para encontrar al menor.

El miércoles dos de agosto —dos días después del secuestro del gemelo— otra mujer ingresó de urgencia al hospital más grande del mismo municipio, debido a que le habían practicado una cesárea clandestina y contra su voluntad.

Mientras esperaba a que su marido la recogiera a un lado de la carretera, se aproximó una camioneta negra de donde bajaron un par de sujetos que se la llevaron a la fuerza.

Días antes, esta mujer embarazada había celebrado un baby shower donde confirmó a su familia que estaba esperando trillizos. Por desgracia subió fotos a las redes con esa precisa información. Horas después del secuestro, la madre de los tres niños fue abandonada inconsciente en el Paraje del Arco.

Al despertar en el hospital, el marido le informó que los delincuentes habían vaciado su vientre antes de devolverla. Por temor, después de hablar con los comandantes de policía, los padres de los trillizos prefirieron no levantar denuncia ante el Ministerio Público.

El domingo 20 de agosto desapareció también Nataly Guzmán Caballero, una joven madre de 19 años y su hija de siete meses, Vanesa Abarca Caballero. Ambas estaban quedándose en casa de un familiar que se halla a sólo diez minutos del lugar donde la señora Carolina conoció a la madre de los gemelos.

Eduardo Guzmán, hermano de Nataly, lleva toda la semana intentando levantar una denuncia ante el Ministerio Público, pero los funcionarios están tan ocupados que, según informa, no ha logrado que lo atiendan.

ZOOM: Mientras el caso del gemelo secuestrado es una tragedia y la historia de la madre levantada para sacar del vientre a sus trillizos es una narración terrorífica, la desaparición de Nataly y su bebé, Vanesa, da cuenta de un patrón criminal que está operando en esta región del Estado de México sin que la autoridad sea capaz de reconocerlo, mucho menos de actuar en consecuencia.

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