Será el próximo presidente de México y su identidad pública hasta hoy, está conformada por múltiples estereotipos. Dependiendo del segmento de población que juzga, es la percepción que se tiene respecto de él.

Sin embargo, algunos estereotipos han sido inducidos intencionalmente por él, pues ha tratado de crearse así mismo, con frases sueltas, entrevistas, publicaciones, actitudes y acciones, una personalidad que responde a la visión de cómo él quiere que le identifiquemos. También hay otros estereotipos que le han endilgado sus competidores en campaña, como aquel creado en 2006: “Un peligro para México”.

Las personas respondemos a lo largo de nuestra vida a los roles que nos toca jugar y asumimos la personalidad que corresponde a ese rol.

Hasta hoy conocemos a Andrés Manuel en el rol de candidato presidencial, construido en 18 años de lucha. Pero ahora nos sorprende en su nuevo rol de futuro presidente.

No es lo mismo ser el opositor que tiene toda la libertad de criticar, prometer y cuestionar, a convertirse en el eje de las decisiones más importantes del país en su nuevo rol de gobernante. Hoy, como presidente, él deberá dar respuesta, con acciones, a todos los cuestionamientos que hizo como candidato.

Lo importante a considerar es que dependiendo de la percepción que de él tengamos, en consecuencia, se definirá nuestra actitud frente al futuro de nuestro país. Por ello es tan importante conocer a quien tomará las decisiones importantes de México.

Primero debemos estar conscientes de que si el común de las personas evolucionamos conforme pasan los años, pues respondemos a nuestras experiencias, las circunstancias que vivimos, así como al contexto, es lógico entender que una vida tan intensa como es la de un político del perfil de Andrés Manuel, éste haya respondido con una actitud particular a cada etapa de su vida política.

Simplemente con analizar sus decisiones, promesas y su conducta pública, la cual ha estado expuesta mediáticamente a lo largo de los últimos 18 años, podemos sacar conclusiones que nos permiten entender quién es el político que gobernará México durante los próximos seis años.

Hay indicadores que han sido constantes a lo largo de los años y se manifiestan hoy y en ellos debemos centrarnos.

Algo fundamental para entenderlo es su “instinto popular”, como lo describe Enrique Krauze. Busca siempre que sus acciones sean de impacto popular, antes que lograr la profundidad técnica que garantice eficiencia y eficacia en sus proyectos.

Su discurso, en los últimos años, ha estado focalizado en el “combate a la corrupción” y “un gobierno austero, alejado del derroche”.

Para comprender su motivación fundamental respecto a estos dos planteamientos muy arraigados en todo lo que él hace o dice, debemos descubrir que él quiere trascender en la memoria colectiva al lado de los próceres de la historia de nuestro país. Por ello dice que “hay que ser como Lázaro Cárdenas en lo social y como Benito Juárez en lo político”.

Por tanto, según consigna Krauze en su libro “El pueblo soy yo”, Andrés Manuel ha expresado que “lo indispensable es poseer autoridad moral y autoridad política. Tenemos la convicción de que mientras no haya ambiciones de dinero y no estemos pensando nada más en los puestos públicos, seremos políticamente indestructibles”.

Esta frase describe a cabalidad su esencia: su vocación política y su obsesión por el poder gubernamental, le han obligado a alinear su vida personal y pública a este objetivo. Con una visión digna de reconocimiento, durante muchos años se ha abstenido de asumir conductas que puedan ser interpretadas como corrupción. Esto le ha alejado de las tentaciones frecuentes que acompañan la vida de los políticos tradicionales y gente que ejerce poder.

Por ello, AMLO ha llevado una vida austera y alejada de lujos, para evitar ser cuestionado. La austeridad de su vida personal le respalda y da autoridad moral para emprender el combate a la corrupción. Su estilo de vida sin lujos le permite exigir a todo el que quiera formar parte de la estructura gubernamental, prescindir de privilegios y aceptar un salario austero.

Es lógico pensar que si hubiera algún indicador remoto de algún acto moralmente cuestionable imputable a él, ya hubiera salido a la luz pública a lo largo de 18 años, cuando se enfrentó abiertamente a los presidentes de la república y a candidatos en campaña.

También debemos reconocer que él es muy sensible al tema de valores morales, llevando esto al extremo que algunos politólogos han calificado como mesiánico.

Como un hecho insólito en la política, ya propuso desarrollar la “Constitución Moral”, paralela a nuestra Constitución Política, para también propiciar el bienestar del alma.

Todo esto, que ha sido una actitud constante en los últimos años, nos refleja que posee una visión espiritual aterrizada en la política, lo cual nos debe indicar que su lucha contra la corrupción y los excesos se sustenta en una convicción moral real, derivada de una visión de tipo religiosa.

Por otra parte, esta visión suya se fortalece en su deseo de trascender a la historia del país con la calidad moral que se ha convertido en el referente ético de México, que es la de Benito Juárez. Pasar a la historia junto a Lázaro Cárdenas, Francisco I. Madero y Benito Juárez será su realización existencial como político. Por ello cobra sentido que su eslogan de esta última campaña haya sido “Juntos haremos historia”.

Podríamos decir que quizá esta visión mesiánica de compromiso moral se derive de algunos hechos de gran significación emocional para él, como lo fue haber logrado sobrevivir a un accidente que pudo ser mortal, en un rio, mientras nadaba con amigos en Tabasco, como me contó hace varios años alguien cercano a él. O el caso casi similar que refiere Krauze, también en un rio tabasqueño, en compañía del poeta Carlos Pellicer.

Si a esto añadimos la traumática historia de la muerte accidental de su hermano José Ramón casi frente a él, en 1969, cuando ambos eran jovencitos, hay un indicador más.

Además, haber librado un infarto en 2013, que es un riesgo mortal, podría fortalecer su propia percepción de que haber sobrevivido a estos acontecimientos indica estar predestinado a cumplir una misión social de alto impacto, a favor de la gente desprotegida

También, como derivación de esta veneración que él siente por figuras históricas, es que su visión gira alrededor del pasado y por ello tiende a buscar soluciones para el futuro del país, tomando como referencia prácticas exitosas consignadas en la historia de nuestra nación. Hay en él una fijación por buscar referencias en el pasado.

También, hoy se percibe en él una lucha interior: entre su temperamento pasional, que lo puede empujar a ser reactivo e impulsivo y la necesidad de ser cauteloso para no comprometerse con acciones de las que después se pueda arrepentir. Por ello vemos que ante posibles conflictos ha adoptado en los últimos años una conducta evasiva, que se escuda en frases estereotipadas como “lo consultaremos con la ciudadanía”, “buscaremos el diálogo” y cuando algo se le puede salir de control, cierra la conversación con su frase “amor y paz”.

Se debe destacar que hay un evidente conflicto entre su visión moral y ética del quehacer público, que parece ser sincera y auténtica y su pragmatismo político, que le impulsa a adecuarse a las circunstancias. Sus decisiones para obtener resultados, algunas veces se han sustentado en alianzas con gente de oscuro y cuestionable pasado, lo cual da mensajes públicos que parecen incongruentes.

Por ello, aunque en lo personal se percibe moralmente coherente y congruente, en el ámbito político su pragmatismo genera decisiones erráticas que confunden.

Es fundamental entender que él es tan práctico, que privilegia la acción antes que la planeación y esa será una vulnerabilidad en su rol de presidente. Mientras como candidato y como líder opositor tenía libertad absoluta de expresar lo que quisiera y prometer, en el nuevo rol como cabeza del gobierno de la República, a partir de diciembre, sus propuestas y proyectos adquieren nuevo significado.

Vemos que ha comprometido la realización de proyectos antes de asegurarse de su viabilidad. La simplicidad es su principal característica. Acostumbra partir de ideas que quiere instrumentar, de modo voluntarioso, pero que adolecen de estrategia.

Consideremos que una genial idea nunca será una estrategia. La idea nace de la creatividad, de la intuición y la voluntad de alguien. En contraste, la estrategia toma una idea y en manos de un equipo se empieza a construir su aterrizaje en la realidad cotidiana, a través de tácticas.

Un ámbito que Andrés Manuel aún no ha mostrado abiertamente, es su visión moral de la sociedad. Él se ha presentado siempre como liberal. Se considera liberal al estilo juarista. Sin embargo, para el mundo de hoy, esta visión lleva 150 años de retraso. Así vemos que los temas conflictivos los ha evadido hasta hoy.

¿Cómo enfrentará temas delicados y de gran sensibilidad desde el punto de vista de un gobernante de izquierda, como son el matrimonio entre personas del mismo sexo y los nuevos modelos de familia?, entre otros temas que la izquierda mexicana ha respaldado.

Podríamos concluir estas reflexiones diciendo que el próximo presidente, Andrés Manuel López Obrador, hoy no es el mismo de hace 18 años, cuando de modo combativo y pasional inició su carrera electoral hacia la presidencia de la República.

Considerando que la madurez de la edad nos vuelve reflexivos y controla los ímpetus, podemos deducir que quizá esta sea la mejor época de López Obrador para gobernar.

Sin embargo, necesita delegar decisiones especializadas y técnicas en el equipo de gobierno que él mismo conformó. Además, deberá instrumentar mecanismos institucionales de control para evitar que sus aliados políticos de siempre, que provienen del mismo ambiente de la política tradicional a la cual él siempre criticó en campaña, no lleguen a cobrar facturas y replicar los mismos sistemas corruptos que él se comprometió a erradicar cuando criticaba a la “mafia del poder”.

Por su parte, la sociedad debe ser muy activa, participativa y vigilante de sus decisiones para evitar que en la dinámica de gobierno se lleguen a dar excesos, así como señalar intentos de corrupción de gente cercana a él, o lejana pero que forman parte de la estructura gubernamental.

El hecho de que él sea honesto no garantiza que su ejemplo tenga poder disuasivo frente a las ambiciones de quienes junto con él hoy se integran al gobierno.

¿Usted cómo lo ve?

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