Los debates de los candidatos presidenciales, y en particular el tercero, fueron de gran importancia porque le permitió a las y los ciudadanos confirmar o decidir su mejor opción para el 1° de julio.

Más allá, de las interpretaciones de los analistas, de las encuestas y de las valoraciones sobre quién ganó el debate, es claro que la mayoría tiene clara ya su intención de voto.

Un ejercicio democrático que desafortunadamente los candidatos del PRI y del PAN utilizaron para descalificar en lugar de proponer, para mentir y exhibir que cada día se encuentran más lejanos de la ciudadanía.

Hablan y actúan como si no supieran que la sociedad está harta de la corrupción y de ellos

. Niegan con sus monólogos a una sociedad cada vez más informada, comprometida y participativa, que se ha cansado de escuchar las mismas propuestas en todos los tonos y bajo todas las conjugaciones posibles, sexenio tras sexenio.

La época de los “votos duros” quedó atrás, no obstante, los partidos hasta ahora mayoritarios no lo quieran reconocer. Quedó atrás porque sus bases también se cansaron de los abusos, de las exclusiones, de la falta de oportunidades, de la inseguridad y de la soberbia e impunidad.

Las y los ciudadanos, están optando por el cambio, privilegian la cercanía, los valores comunes y la comunicación sencilla, franca y abierta.

No cabe duda, esta elección será una verdadera cátedra, por no decir un revés, para el neomarketing y la moderna comunicación política.

Los discursos ensayados, los tiempos medidos, las frases construidas sobre contextos desconocidos y la chocante parafernalia que rodea a los candidatos tradicionales, resulta verdaderamente odiosa y está siendo repudiada por el electorado.

Hoy, las y los mexicanos, quieren candidatos y gobernantes legítimos, naturales, con virtudes y defectos humanos. Candidatos de carne y hueso, sensibles, capaces de conectar y de trasmitir un mensaje sincero. Candidatos y gobernantes comprometidos y responsables con los problemas del país y del pueblo, capaces de reconocer lo que no funciona, lo que está mal y debe cambiar.

La pobreza, la corrupción y la violencia crecientes, son las causas que han provocado indignación, deprecio por el sistema y consciencia de cambio.

Ya es tiempo de dejar de entender los procesos electorales sólo como como un mecanismo para llevar votos a las urnas y declarar ganadores.

Los procesos electorales son instrumentos de la democracia para que el pueblo decida el rumbo de su país

y los valores que quiere abrazar; constituyen valiosas herramientas para decidir qué tipo de economía, de desarrollo, de justicia y de leyes quiere la sociedad.

Por ello, la participación de las y los jóvenes está siendo muy importante, han demostrado que no son expectantes, ni seguidores, sino actores y gestores del cambio.

Éste, será un proceso electoral histórico y decisivo para México. Las encuestas y sondeos de opinión indican que el 1 de julio, ganará el pueblo de México y el proyecto de Nación al que aspira.

Andrés Manuel López Obrador

será el próximo presidente de la República

, el 1° de julio seremos testigos de la crónica de un triunfo anunciado. Lo dice la gente, lo dicen las encuestas y lo dicen los otros dos candidatos en sus desesperadas respuestas.

El partido hegemónico, sus cómplices y aliados abandonaron a la ciudadanía

, fue tal su soberbia, que olvidaron que los votos provienen de la mano que dejaron extendida.

Los votos tienen dueña y dueño, constituyen armas poderosas que permiten defender y expresar una de las pocas cosas que nos pertenece a los seres humanos: la consciencia.

Dicho de otro modo, los votos no son boletas electorales marcadas con una X. Los votos tienen hambre, tienen sed, tienen dolor, tienen esperanza, tienen derechos y claman justicia.

Diputada federal con licencia.
Candidata a la Alcaldía de Cuajimalpa y activista social
@LaraPaola1

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