Ana Velasco

En noviembre pasado, la Organización de Naciones Unidas ubicó la cifra diaria de mujeres víctimas de feminicidio en México en 9. Esto es, 9 mujeres mueren a diario en nuestro país por el hecho de ser mujeres. Organizaciones locales denunciaron también que el 40% de las víctimas de feminicidio de 2014 a 2017, tenían entre 21 y 30 años de edad, y que la cifra de mujeres asesinadas en el espacio público había rebasado la cifra de feminicidios en el hogar. Al tiempo que la ONU y otras organizaciones denunciaban estos efectos del peor contexto de violencia en la historia reciente del país, concluía el sexenio del expresidente Enrique Peña Nieto.

Seis años antes, al inicio de su administración, el ex presidente Peña enarboló la bandera de la igualdad de género. Por ejemplo, la perspectiva de género fue incorporada al Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 y el presidente se refirió en repetidas ocasiones a que la Reforma Política abrió la participación de las mujeres al 50 por ciento en los puestos de elección popular. Aunque tomemos la palabra del presidente y consideremos los pasos que dio su administración como avances, lo cierto es que el objetivo de la igualdad no puede desasociarse de los efectos específicos que tiene la violencia contra la mitad de la pobliación. Al final, las estadísticas al final del sexenio terminaron por ensombrecer el discurso igualitario del priísta.

El pasado 20 de marzo, el Observatorio Nacional Ciudadano presentó el estudio Del Dicho al Hecho, La Seguridad en Voz de Peña Nieto, Lecciones de su sexenio http://onc.org.mx/wp-content/uploads/2019/03/documento-epn-completo_-1.pdf . En este documento realizamos un análisis de la narrativa de seguridad y justicia en los discursos del expresidente e identificamos lecciones para la actual administración, así como para la sociedad civil, los medios y la ciudadanía en general. Entre los hallazgos, notamos temas o proyectos en materia de seguridad que, a pesar de su importancia en el contexto de seguridad y justicia, tuvieron un papel marginal en los discursos del presidente Peña. Uno de esos temas fue la violencia contra las mujeres.

El análisis de los discursos del presidente en este tema no solo reveló la poca relevancia que tuvo durante todo el sexenio, sino el desconocimiento del asunto. Se contaron apenas diez discursos, de 232 analizados, en los que el presidente se refirió puntualmente al combate o la prevención de la violencia contra las mujeres. Estos discursos no estuvieron distribuidos de manera uniforme a lo largo de los seis años. Se concentraron entre 2015 y 2017, mientras que en 2018 solo se identificó uno.

La primera referencia que el estudio detectó fue en el Tercer Informe de Gobierno en septiembre de 2015. En él, el presidente comenzó un conteo de los Centros de Justicia para las Mujeres que se inauguraron en ese periodo y que siguió hasta el final del sexenio. En la última mención del tema, durante una ceremonia de la Comisión Nacional de Derechos Humanos en marzo de 2018, ya se contaban 32 en todo el país. Es importante notar que la creación de estos centros no comenzó durante este sexenio, pero sí aumentaron de forma significativa.

Un aspecto que llama la atención a lo largo de los discursos, incluso cuando el público es personal femenino de la Policía Federal, es que se aborda de manera general la violencia contra las mujeres. Es decir, no hace alusión a la incidencia de delitos en específico, únicamente se hace referencia a ellos en cuanto a avance del marco normativo. El abordaje central de la violencia de género se centra en el ámbito político y laboral, pero no se vincula literalmente con la crisis de seguridad y violencia en México.

Es notorio también cómo el presidente se refiere a las historias de sobrevivientes de violencia. Hubo dos discursos pronunciados en eventos de conmemoración del Día de Prevención de la Violencia contra la Mujer, y en ellos reconoce el fin del ciclo de violencia como una decisión de las mujeres. Si bien es indispensable reconocer el valor de una víctima, el tono apunta a un entendimiento superficial del contexto en el que se encontraban las mujeres. Es decir, no reconocer los obstáculos a los que se enfrentan para hacer una denuncia o recurrir a ayuda y limitarlo a una cuestión de voluntad.

En general, el presidente se refirió continuamente a la vulnerabilidad de las mujeres, pero pocas veces relacionó el papel de los hombres. Esto es, los discursos de la violencia de género se dirigían al público femenino y en mucho menor medida a los hombres. En 2016 exigió a las dependencias de gobierno asumir la labor de eliminar el machismo, y pidió a las mujeres que “estén resueltas y decididas a poner un alto, a decir: basta, basta ya de violencia. No permitan que sean ustedes víctimas de la violencia.” Mientras que a los hombres les dirigió mensajes pidiendo cambiar su actitud. Es decir, no aludió a la responsabilidad jurídica que pueden tener por ejercer violencia contra ellas, y tampoco a la del Estado para revertir las condiciones estructurales que lo permiten.

Si bien el estudio que realizamos en el Observatorio Nacional Ciudadano no hace una evaluación de las políticas ni de los discursos de otros miembros del gabinete, sí constituye una herramienta para revisar percepciones generalizadas, y para identificar patrones u omisiones que pueden ser repetidos en la nueva administración. Los presidentes de México representan una institución privilegiada para construir la realidad social a través de uno de sus recursos más valiosos: la tribuna.

De forma similiar al lanzamiento de la administración del expresidente Peña, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha enarbolado una bandera de equidad de género. En particular, ha destacado la constitución del primer gabinete paritario, así como el nombramiento de Olga Sánchez Cordero como la primera mujer al frente de la Secretaría de Gobernación. A pesar de esto, el gobierno actual ya ha sido señalado por implementar políticas que van en contra de su bandera de equidad, y que no abonan al combate a la violencia contra las mujeres. Destaca, por ejemplo, la continuación de la militarización de la seguridad pública y el polémico anuncio del retiro de apoyo económico a los refugios para mujeres víctimas de violencia.

No solo eso, el presidente y miembros de su gabinete han sido señalado por perpetuar estereotipos de género en sus discursos. Cabe recordar que a unos días de asumir el cargo, el presidente pidió ayuda a las madres como parte de su plan de combate a la delincuencia: “Y hablaba yo de pedirles a las madrecitas que nos ayuden con sus hijos. Porque las madres son muy buenas, están llenas de sentimiento; las madres quieren mucho a los hijos y nunca una madre va a aceptar que un hijo comete un ilícito”. Esta declaración es problemática porque transfiere la responsabilidad a las mujeres, las invisibiliza como víctimas y muestra una falta de comprensión de la dimensión del problema de seguridad.

En el Observatorio Nacional Ciudadano hemos advertido consistentemente de la imperante necesidad de rebasar los lugares comunes y recurrir a diagnósticos sólidos para la elaboración de políticas públicas basadas en evidencia. En un sistema presidencialista como el que tenemos en México, el liderazgo del ejecutivo tiene un peso importante para conseguir este objetivo. Citando a Suárez de Garay, las palabras del presidente proponen a los ciudadanos un universo simbólico que es asumido por medio de la socialización y que se manifiesta en acciones concretas que construyen la experiencia individual y social. Los ciudadanos debemos exigir el fin del uso de la igualdad de género como ornamento discursivo. La vida de 9 mujeres va de por medio cada día.

Investigadora del Observatorio Nacional Ciudadano
@ObsNalCiudadano

Google News

Noticias según tus intereses