Si hoy fueran las elecciones, no tengo duda, el siguiente presidente de la República sería Andrés Manuel López Obrador, ganaría con todo y su perdón o su amnistía a los criminales, ganaría con su propuesta de reconciliación, ganaría con las becas a los ninis, ganaría con el discurso de que si el presidente es honesto, todos los demás serán honestos, ipso facto, cual varita mágica, sin más estrategia que la fe.

Dudo que López Obrador se convierta en Hugo Chávez y que seamos Venezuela y que todos los sicarios salgan de las cárceles nada más en pos de la reconstrucción del nuevo México reconciliado, seamos francos, en las elecciones todo se magnifica y se exagera hasta puntos ridículos, pero de lo que tampoco tengo duda, es que Andrés Manuel sería uno de los presidentes más conservadores e intolerantes en la historia contemporánea de nuestro país.

Ya solamente pensar y afirmar en la plaza que si el presidente (es decir si él mismo) es honesto todos los demás serán honestos, es una barbaridad que no solo peca de ingenuidad sino, peor aún, de un egocentrismo casi enfermo, sin embargo, hasta el momento, lo que más me ha impactado de su siempre controvertido discurso es el tema religioso, el que ayer justificó por su alianza al PES, un partido confesional a todas luces.

Dijo Andrés Manuel: “Vamos a garantizar las libertades de todos y buscar el diálogo ecuménico, entre las Iglesias cristianas, un diálogo interreligioso, entre las Iglesias de todas las religiones y diálogo también entre religiosos y no creyentes, y no va ser diálogo para la tolerancia porque no es soportar al otro, va ser diálogo para respetar a nuestros semejantes, no tolerancia, sino respeto a la creencia y no creencias de todos los mexicanos”. Y luego: “No queremos un Estado jacobino, queremos un Estado laico, donde las iglesias no intervengan en los asuntos del Estado. Reconozcamos que hay un Dios y que lo podemos hacer públicamente.”

Primero aclaro que tengo el mayor respeto a Andrés Manuel López Obrador y sus creencias cristianas, ¡enhorabuena y aleluya por su fe!, dicho lo anterior, ahora sí, prosigo con mi herejía.

Si la Iglesia no debe intervenir en el Estado, ¿por qué el Estado debería intervenir en la Iglesia?, ¿bajo qué autoridad, que no sea divina, puede un estadista pensar en reconciliar, por ejemplo, a los musulmanes con el pueblo de Israel o a los cristianos en sus diversas formas de credo o a los ateos con todo lo demás?, ¿bajo qué lógica, que no venga de lo sublimemente celestial, puede un hombre pensarse con el poder suficiente para unir creencias que han mantenido divisiones durante, prácticamente, toda la historia de la humanidad y lo peor, pensar que puede hacerlo en menos de seis años?

Me preocupa mucho la forma en que el posible gobierno de Andrés Manuel promovería esos “diálogos ecuménicos” entre las religiones, ¿un Estado, históricamente laico, organizaría congresos cristianos?... No, supongo que estoy exagerando y, como no me queda más que la fe, quiero pensar que Andrés no quiso decir lo que al final dijo.

De otra forma, ¡Qué Dios nos agarre
confesados!

DE COLOFÓN.— No duró en la CDMX ni dos meses, evidentemente ven todo perdido en la capital, de menos se hubieran ahorrado la pena para un gran funcionario, aún quedaba mucho trabajo en el IMSS.

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