El miedo, una de las emociones más negativas y paralizantes, llegó para quedarse. Lo emplean los mercadólogos de servicios diversos, subyace en las estrategias de ventas de artículos de consumo y en las campañas políticas. Pese a lo dañino, es adictivo.

El miedo es un persuasor potente que los vendedores y anunciantes no temen explotar al máximo. El mundo de marketing utiliza tácticas intimidatorias para vender desde antidepresivos hasta automóviles, cosméticos y partidos políticos.

A menudo, los anunciantes explotan el miedo y activan inseguridades que incluso nosotros mismos ignoramos…

Apelar a la vergüenza para convencer, tiene su origen en las técnicas publicitarias que se hicieron populares en la década de los veinte y que básicamente constan de identificar un problema que el consumidor ni siquiera sabía que tenía, exagerar la ansiedad relacionada con ese problema y vender el remedio.

El miedo, combinado con un alto grado de culpa, remordimiento, arrepentimiento o incluso un reto, suele transformar las emociones en acciones. Así, el anuncio "Quiero más tiempo", disponible en YouTube, está considerado el "anuncio más triste de la historia" o, si se quiere, "el anuncio con más manipulación emocional de la historia". Presenta a un hombre de mediana edad que conduce un coche por una autopista y que habla en off de su hijo adolescente: "Quiero tiempo para entenderlo".

Nadie es más vulnerable al miedo y a la culpa que las madres, y en particular las primerizas.

Por otra parte, las farmacéuticas se gastan millones al año en generar temor por enfermedades que ni siquiera sabíamos que existían como el síndrome de las piernas inquietas, la fibromialgia, el trastorno disfórico premenstrual… En la actualidad se nos convence para que pidamos a los médicos medicamentos que traten lo que antes se consideraban molestias cotidianas. La industria farmacéutica gasta casi el doble en promoción y publicidad que en investigación y desarrollo.

En la política las cosas no son diferentes: las propuestas se basan en la explotación irracional de nuestros temores. Vota para que no aumenten los precios de la gasolina, para que los homicidas no hagan tropelías, para evitar peligros diversos, para que nos ataque una nación poderosa…

La ascendente industria de los fake news no es fortuita. Muchos pagan para propagar el miedo y lo que subyace en tales acciones son razones económicas. El miedo vende. Así, antes de tomar cualquier decisión, cualquiera que esta sea, vale reflexionar que hay detrás de todas las campaña de miedo que existen ahora. ¡A quién le conviene vender Ecatepec como la tierra de los feminicidios?, ¿quién gana con los seudo migrantes organizados?, ¿qué enfermedades nuevas ahora nos causan desosiego?, ¿Qué discursos nos causan temor?

El infierno de todos tan temido tiene un nombre y apellido: auge comercial. No hay más.

Rector del Colegio Jurista

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